¿Alguien conoce Arizona? Yo no. Es más: hasta hace pocos
días, para mí Arizona representaba, cuando más, el Gran Cañón, una marca de té
enlatado que me gusta mucho, y un período en los noventa en el que todos casi
le rendimos culto a Charles Barkley. Nomás. Sin embargo, Arizona se convirtió
esta semana en la encarnación misma del mismísimo Satán.


¿Pero apoco no querías ser como este dude cuando fueras
calvo?

Y, bueno, con justa razón: el gobierno de Arizona aprobó una
ley según la cual todo inmigrante ilegal es criminal. Lo que antes no pasaba
era que un policía pudiera pedir papeles y arrestar a un mexicano viéndolo en
la calle; ahora sí.


Es hora de retomar ciertos hábitos nacionales.

Ya en serio: la medida no sólo es una jalada para los
mexicanos que están por allá: es una bronca diplomática fuerte que Obama tendrá
que solucionar de un modo muy inteligente. Eso sin tomar en cuenta que se
presta para toda clase de abusos y de faltas a los derechos humanos. Como
dijimos en el punto anterior, esto se presta también para que pensemos en lo que
nosotros mismos hacemos con los migrantes centroamericanos que pasan por
México.


Con ciertas excepciones, repetimos.

Y, por otro lado, ¿Qué va a hacer Arizona? Su economía
depende de cosas que los mexicanos hacen. Eso es hipocresía de la peor. Desde
este lado reprobamos lo que pasa en Arizona.


Y hasta ofrecemos empezar a querernos más con los satelucos.