Alumnos cuentan que el día de su muerte, Escamilla salió
del colegio a las 3 de la tarde. Antes de irse platicó con dos ex alumnos de la
selección de futbol; los adolescentes lo vieron «nervioso, triste, pero no
quería que se le notara». Lo más raro para ellos fue que su ex director les
pusiera las manos en los hombros antes de abordar la camioneta donde lo estaba
esperando su chofer. El contacto físico era raro en él. Cuando se despidió, les
dijo: «Recuerden ser buenos, lo que aquí aprendieron, no se metan en
problemas».

Escamilla regresó a las 4:20 a la
escuela. Le pidió a su chofer que lo dejara en la Casa Marista, un inmueble
ubicado al interior de la mayoría de los colegios maristas donde viven los Hermanos.
Si el Instituto México es un bunker, con su fachada de más de 10 metros de
alto, puertas sólidas de acero, 10 elementos de vigilancia propia y un agente
de la Policía Bancaria e Industrial en el acceso principal, la Casa Marista lo
es aun más. Sólo hay una puerta de acceso, que siempre está cerrada.
Para entrar se debe tocar un timbre que tiene una videocámara y, cuando la
puerta se abre, siempre es la gente del interior la que sale a recibir al
visitante, casi nunca entra este a la casa. De los alumnos, sólo algunos
miembros de las selecciones deportivas han podido entrar.

Antes de bajar de la camioneta, el
chofer le preguntó a Escamilla si se sentía bien. «Lo veo medio enfermo», le
dijo. «Es puro cansancio», fue la respuesta. Escamilla entró a la casa y se
dirigió a su oficina, un espacio de dos cuartos reservado para él. Los asuntos
de la escuela los resolvía en su otra oficina, ubicada junto a las demás en el
edificio de aulas. Ese cuarto era su espacio personal.

15 minutos después se escuchó el disparo.
El personal de la casa corrió hacia la puerta, pero no quiso abrirla. Llamaron
a los elementos de seguridad. En un sillón, con un arma .9 mm en la mano
derecha, encontraron el cuerpo sin vida.

Junto a él encontraron la carta que
la Procuraduría capitalina ha mantenido en reserva. Ivón, la hermana de Escamilla, señaló al Ministerio Público
que él había recibido amenazas telefónicas desde dos meses antes del suicidio y
estaba en una etapa de depresión profunda. Las amenazas, afirmó, las realizó un
hombre y estaban dirigidas hacia él y su familia. Ningún familiar denunció,
dijo, para manejarlo con discreción. En su escrito, registrado en la
averiguación previa BJ4/T1/254/10-02, el director señaló que había descubierto
un fraude en las finanzas del colegio por poco más de 10 millones de pesos, en
el cual querían implicarlo. Afirmó que ese fraude se había cometido antes de
que él llegara a la institución.

Después de que se abrió la
investigación del fraude, el Ministerio Público solicitó al IMS documentos como
pagos de nómina y cuentas bancarias que se encontraban en la oficina y caja de
seguridad. El procurador Mancera afirma que la investigación continúa y aún no
se ha documentado que exista el fraude: «es un asunto que se está verificando y
se está requiriendo mucha información al Instituto México. Hay colaboración por
parte de ellos y estamos realizando todas las diligencias necesarias. Se están
haciendo los análisis previos para precisar quiénes deberán comparecer».

-¿El fraude se cometió en la administración
de Escamilla?- se le preguntó.

Aún no podemos comprobar que hubo
un fraude,
lo que tenemos que hacer es investigar. Estamos verificando
cualquier línea que surja y por el momento estamos avocados a las actividades
de los últimos años en el Instituto México.

Chilango tuvo acceso a información de fuentes cercanas a la
investigación, las cuales indicaron que en un fragmento de la carta, Escamilla
dice: «me han querido desacreditar en el plantel». También señala un culpable,
cuyo nombre era Víctor y a cuyos apellidos no tuvimos acceso en un primer
momento. Las posibilidades más sólidas eran dos: Víctor Ortega, ex director del
Instituto México Secundaria y actual director del Colegio México Primaria de
Orizaba, Veracruz; y Víctor «X», parte de la comunidad del IMS. Fue después de
conocer el nombre que Chilango buscó al Hermano Ortega, quien dijo primero que sus
votos de obediencia le impedían hablar. Se le mencionó la carta, la aparición
de un Víctor en ella, y entonces decidió hablar un poco más: «Tal vez si buscas
por otro lado, en algún otro sitio donde aparezca el nombre de Víctor, tal vez
relacionado con la escuela pero que no tenga que ver directamente. Habemos
muchos «Víctor». Hay asociaciones civiles que están en la escuela, pero no
forman parte de ella. Y si viste la carta sabes que no se trata de mí».

Víctor Ortega fue director del IMS
hasta 2005. De estatura media y espalda ancha, barba tupida y oscura, a finales
de los años ochenta y principios de los noventa fue prefecto del Instituto México
Primaria. Ex alumnos lo recuerdan como una persona ecuánime, pero que perdía
los estribos cuando estaba enojado. En la primaria, a los alumnos castigados
los dejaba 15 minutos con los brazos levantados al rayo del sol, y alzaba la
voz cuando un baile del día de las madres no se ejecutaba a la perfección. Ya
como director del IMS, a finales del ciclo escolar 2001-2002, tuvo un episodio
de ira: los alumnos de tercer año del colegio se encontraban parados sobre una
tarima improvisada para la foto de generación. 500 alumnos sobre andamios. La
estructura no resistió. Decenas de alumnos cayeron uno sobre otro. Ortega
arremetió contra el trabajador que había instalado la tarima. Le gritó y
manoteó hasta casi llegar a los golpes. Alumnos que pasaron bajo su tutela
afirman que este hombre creó un grupo de élite en el IMS, el salón 33, conocido
como «Los Leones»: en él se encontraban los alumnos y alumnas populares, amigos
del director o con padres poderosos o ricos.

Días después, preguntamos a la
fuente de la Procuraduría el nombre completo que aparecía en la carta de
Escamilla:

-Tengo dos opciones de nombres. Una
es Víctor Ortega, la otra es Víctor «X», ¿cuál de estas opciones aparece en la
carta?

-La primera…

-¿Víctor Ortega?

-Víctor Manuel Ortega Campos es el
nombre que aparece en la carta.

Buscamos al procurador Mancera para
que confirmara lo que la fuente había revelado bajo anonimato.

-En la carta se señala a Víctor
Ortega como el responsable…

-Lo que tenga que ver con evidencia
lo tenemos que manejar con sigilo, pero sí te puedo decir que estamos
investigando.

Al intentar volver a contactar al Hermano Víctor para
confrontarlo, este no recibió la llamada, pero sí hubo una versión oficial de
la Congregación Marista al respecto: «No tenemos conocimiento de ningún fraude,
aunque somos los más interesados en que se investigue. Estamos colaborando con
las autoridades en cuanto nos han solicitado. El Hermano Ortega continúa, por
supuesto, en sus funciones y está dispuesto a declarar si así se lo solicita la
Procuraduría del Distrito Federal. Sobre las causas del suicidio, para nosotros
es incomprensible, aunque el proceso infeccioso por el cual pasó el Hermano
Pedro Escamilla tras su operación pudo haber derivado en complicaciones
posteriores, en cuestiones psicológicas que no entendemos. Eso es lo más
probable y la explicación que encontramos».

El próximo ciclo escolar el Instituto México Secundaria cerrará al
menos tres salones. Las inscripciones para grupos de primer año no han sido lo
que esperaban. Más allá del memorándum que estuvo pegado en las ventanas de las
oficinas administrativas, no hay señal de luto. Del tema no se habla.
«Intentamos darle vuelta a la página», señala un profesor con más de 10 años en
la congregación. Pero el fantasma permanece en la escuela. Nadie utiliza la
oficina donde murió Escamilla. Juan Montúfar, el nuevo director, despacha desde
el cubículo que ha tenido desde hace años. Casi nadie ingresa al cuarto donde
se escuchó el disparo, más que para limpiarlo de vez en vez.