Ha caído un diluvio. Con la explanada inundada, Juanito recorre los 40 puestos de la Feria de la Enchilada y se hace a la disciplina de probar algo en casi todos, como para no ofender a ninguno. Han pasado más de dos horas de la hora pactada para la entrevista. Cada tanto, su hijo Carlos viene a comprobar que sigamos ahí: «Ya viene en unos quince minutitos, ¿eh? —nos vuelve a decir—. Nomás pasó al baño».

Carlos, el mayor de los tres hijos de Rafael Acosta, habla pausado cuando no da órdenes al equipo de apoyo de su padre. El periódico Reforma ya lo llamó «cerebro al servicio del delegado electo» y la revista Proceso «la mente detrás de “Juanito”». Carlos se acerca otra vez, ahora para darme una buena noticia: «Ya está aquí».

Antes de Juanito entran al auditorio de la delegación Iztapalapa seis personas que se sientan en las butacas, como si la entrevista que el político va a darme fuera un sabroso show. El personaje principal aparece en la puerta, entra unos pasos, hace una consulta a sus asistentes, se faja la camisa que sostiene su esférico abdomen y se ajusta una de las nueve bandas adquiridas en la calle Correo Mayor que cruzan su frente desde mucho antes de ser famoso. Con ese hablar acelerado, barrido, que a veces le dificulta darse a entender, pronuncia «Rafael-Acosta-Juanito a tus órdenes» y me da la mano. Extenuado, se desparrama en una butaca de primera fila, bosteza, se frota los ojos y las sienes: en tres meses no ha tenido descanso.

—¿Te consideras famoso?

Soy el hombre más famoso de México y a nivel internacional —dice sin ironía.

—¿De qué países te han venido a entrevistar?

—Mira, llevo 39 países —dice el hombre que ha llevado la estadística de su fama desde el 16 de junio a la fecha y enumera: —España, Alemania, Francia, Inglaterra, Brasil, Argentina, Costa Rica, Estados Unidos, Canadá, Honduras, Japón, China…

—¿Te imaginas volver al anonimato?

—Mi vida ya no va a ser anónima. Voy a seguir en la política y si algún día la dejo a lo mejor me meto al ambiente artístico.

—¿De la venta de qué productos vives?

—Tengo cinco puestos con producto de temporada (en Neza). Ahorita vendo paraguas. En diciembre lo que es el sweater y después del día 15 meto el juguete.

Hace un cuarto de siglo la fama parecía acariciarlo. El actor y director Víctor Manuel “El Güero” Castro, huésped del Hotel Continental, guardaba simpatía por Rafael, el capitán de meseros. Por eso le propuso hacer un extra en el filme Las perfumadas, que en esos días de 1983 protagonizaría la vedette Lyn May. Sobre esa película, Juanito dijo a Milenio: «Me encueré, pero no totalmente: me quedé en calzones.» Televisa revisó la película: no aparecía en ninguna secuencia candente. «Sí me encueré —me reafirma él—, deben haber quitado la escena. Pero mi vida es ahorita la política y pienso llegar a lo máximo: en tres o nueve años buscaré la Presidencia de la República».

Juanito casi nunca ve a los ojos. Su mirada salta del piso a los lados, y da un brinco al techo cuando quiere recordar algo.

—¿Te acosan las mujeres?

—Eso sí. La carita (que tengo) quién sabe quién me la mató, pero alguna de ellas podría ser la primera dama de Iztapalapa.

Juanito posa para las fotos: estira su pulgar, se acomoda la cinta tricolor y surge esa sonrisa suya. La sesión de fotos concluye. Juanito se pierde por ahí, pero Carlos, el hijo-estratega, me entrega su tarjeta de presentación (institución: “Reinvienta AC”. Cargo: “Master brain”).

—Entonces —me suelta con otra palmadita en la espalda— ¿Juanito portada de Chilango, o qué?

MUCHO CORAJE

Hace dos décadas los ambulantes ocupaban la calle Madero, frente al Sanborns de los Azulejos. La leyenda cuenta que una anciana de rebozo aireaba un anafre con gorditas cuando irrumpió una patrulla que con su sirena desperdigó a los vendedores. Casi todos se escondieron entre los callejones, salvo la viejecita. De la patrulla salieron dos policías que derribaron el anafre e hicieron volar las garnachas. Uno de los oficiales azotó a la mujer contra la banqueta. Mientras el auto se alejaba, un fierro voló, impactó un vidrio de la patrulla e hirió el rostro de un oficial. La mano que hizo justicia era ladeRafael Acosta Ángeles, uno de los ambulantes.

Este es el episodio mítico que, según Juanito, dio inicio a su «vida política»: «Sentí mucho coraje y decidí que iba a trabajar por la gente, como lo hice durante muchos años en Iztapalapa».

Por aquel entonces, Juanito ya era parte del grupo de la lideresa Alejandra Barrios (presa durante dos años al ser acusada de estar detrás del asesinato de Jorge Ramírez, esposo de la dirigente de Tepito, María Rosete). Un año después, en 1989, el hoy delegado electo de Iztapalapa se uniría al recién formado PRD, por iniciativa propia, según él mismo dice: «Necesitaba dar cauce a mi lucha social».