Pocas veces nos toca un buen jefe: esos que te enseñan, de los que dices “ah caray, éste sí que sabe su chamba” y que además sea comprensivo con los retrasos, que organice bien su trabajo o que sepa llevar bien los proyectos. Encontrarlos es muy difícil, casi siempre son enojones, te gritan o son desorganizados a más no poder.

El otro lado de la moneda es cuando te toca ser jefe a ti y piensas “yo no voy a cometer los mismos errores” y ahí vas directito a gritarle a tus compañeros ¡ja! Hicimos una lista de los peores jefes que nos han tocado.

El que nunca se equivoca

Hay jefes que creen que equivocarse es signo de debilidad y siempre deben tener la razón. Si opinan sobre un proyecto y al final no tuvieron la razón, lo justifican diciendo “bueno, yo lo había pensado así desde un principio pero no dije nada”, aunque lo peor es que se contradigan… ya sabes “le dije que ese diseño debería ser azul”. “Jefe, usted dijo que rojo”, “¡Dije azul desde el principio!”. Y ni cómo sacarlos de su argumento.

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El gritón

Hay algunos que piensan que respeto es lo mismo que miedo. Los jefes que te gritan a la menor provocación hacen que todos los demás se pongan nerviosos y trabajen mal. Por los nervios la gente se equivoca más, el jefe se da cuenta, grita de nuevo y es un ciclo sin fin; no importa que no tenga razón en sus gritotes, parecen que gozan cuando entras a la oficina y tú dices “¿M-m-m-me llamó?” ¡A taparse los oídos!

El desorganizado

Si hay algo que las secretarias saben, es que no hay quien aguante a un jefe desorganizado: hay que estarle recordando las juntas, se le olvidan las citas, pierden los papeles, atrasan los pagos. Ellos no necesitan secretaria, necesitan niñera; su oficina siempre es muestra de lo que traen en la cabeza: papeles por todos lados, contratos que se amontonan, el escritorio de la compu lleno de íconos, aunque eso sí, su frase favorita es “yo tengo todo desorganizado, pero siempre sé dónde está todo” ¡Sí cómo noooo!

El dueño de la empresa

Si trabajas en una empresa pequeña o un taller, casi siempre el jefe es el dueño del congal. Por lo mismo, tiene que cuidar los pesos y los centavos (y es comprensible) pero también toman la decisión de todo, convirtiendo el proceso en un cuello de botella: que si haces un contrato, lo tiene que revisar él. Que si cambias una tuerca, el patrón la supervisa. En parte lo entiendes ¿pero entonces para qué te contrató?

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El workaholic

Trabaja desde las 7 de la mañana y se va a las 11 de la noche. No entiendes cómo puede tener tantas citas de trabajo. Exige de sus empleados el mismo nivel de compromiso. Te manda correos los sábados a las 9 de la noche que tienes que contestar. Hace juntas a las 8 de la mañana cuando todos los demás apenas están echando su cereal. Te llama sin previo aviso a su oficina para que entregues reportes. Tu nivel de estrés es casi tan alto como haber leído este párrafo. Infarto al miocardio ven a mí.

El terrorista

Le decimos terrorista porque no se puede negociar con él: ¿un aumento de sueldo? “Híjole, en este momento no se puede, la empresa pasa por un mal momento, pero échale ganas y en unos meses vemos”. Llegas un día y te das cuenta que Facebook está bloqueado, y la explicación es “Sistemas nos informó que estaban perdiendo mucho el tiempo en las redes, así que decidimos que ya no las van a usar”. ¿Vacaciones? “Cuando baje la carga de trabajo” ¿Horas extras? “En esta empresa hay hora de entrada pero no de salida” ¿Quieres renunciar? “Ándale, hay una fila de personas esperando tu puesto por menos salario” ¡Virgencita cuídanos, plis!

El chavorruco buena onda

“¡Eeeeeh! ¿tienen plan esta noche? ¡inviten!” Horror, no hay nada peor que el jefe entacuchado que quiere juntarse con sus empleados a echar tragos en la noche. Sí claro, también tiene que convivir y debe ser horrible ser jefe todo el tiempo, pero a veces se esfuerzan mucho en caerte bien. Lo que no entienden es que uno va al bar a quejarse de los malos tratos y con él junto no se puede ¡ja ja ja! Este tipo no es tan malo, sólo necesita comprensión.

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El excompañero

Aquí hacemos un alto en las quejas y guardamos un minuto de silencio por ese compañero que desempeñó tan bien su trabajo que lo ascendieron a jefe. Para ese amigo que antes se sentaba junto a ti y ahora lo pusieron a firmar oficios. Ese cuate que se iba a las cantinas a quejarse de los directivos y que fue absorbido por el sistema, cuyo trabajo ahora es ir a juntas y regañar a quienes eran sus compañeros. Con mejor sueldo (¡maldito!) pero que perdió la alegría de vivir… ¡aunque ya quisiéramos estar en su lugar!

Y dinos ¿qué clase de jefe tienes ahorita? ¡Se vale quemarlos!