Hay algo en aquellos que pierden voluntariamente toda
facultad mental y física por un periodo de tiempo que me hace querer que pongan
varias butacas afuera de la mayoría de los bares del mundo o por lo menos
espejos de doble vista para poder observar todo lo que hace la gente
borracha. Es realmente ver todo el
ciclo de la vida en un periodo de 4 horas:
Ríen, lloran, toman, bailan, bailan más, toman más, ríen,
lloran, cuentan secretos, cuentan verdades, cuentan recuerdos reprimidos, toman
más, hacen amigos, arman relaciones, destruyen amistades y acaban con
relaciones, se pelean, vomitan, declaran amor infinito, duermen donde sea, se
caen, arrastran la lengua al hablar, bailan como nunca han bailado, se
desmayan, hacen pipí, les da toda el hambre del mundo y no se acuerdan de nada al otro día.

Pagaría por ver eso en Broadway. Aún así hay algo que no está bien. Algo nos cuesta al reírnos de alguien que se orinó los
pantalones en una fiesta (y sé que todos sonrieron en este momento) o de aquel que no paró de llorar cuando
pusieron la canción de su video de graduación. Hay una risa con ternurita de "Pobre, se le pasaron las copitas ya dejen de pintarle la cara…bueno, pásenme el plumón."

Pobre, se le pasaron las copitas ya dejen de pintarle la cara…bueno, pásenme el plumón.

Y está bien, tal vez valoramos la dignidad y el lado humano
ante todo. Eso muestra que aún
sentimos compasión y cariño por el prójimo. O simplemente comprueba que jamás
hemos visto a alguien que se orine los pantalones por borracho en vivo. Salud.