Todos llegamos a algún punto en nuestras vidas en las que cuestionamos qué hemos hecho con nuestra existencia. Mientras otros escalan, triunfan, se llenan de logros, tú tú no tienes ni en qué caerte muerto ni un logro real en tu vida.

¿Eres un fracasado? Aquí 33 señales de que en efecto, tu vida apesta y eres un completo fracaso.

  1. No tienes pareja. Todos tus amigos tienen ligues, pareja formal o ya hasta andan en planes de boda o ya se casaron. Y a ti te siguen preguntando en las fiestas: “¿y tu por qué tan solo?”.
  2. Vives con tus padres, y ni para cuándo salir de ahí. Te escudas en cosas como la falta de empleo, lo caro de las rentas, que no quieres dejarlos solos. Pero tú y sólo tú sabes la verdad: eres un loser.
  3. Ok, ya no vives con tus papás pero rentas un depa todo chiquito y feo y encima vives con roomies. Tus amigos ya en planes de comprar depa o casa y tú vives en el mismo cuchitril de siempre.
  4. No tienes coche. Te haces el ecologista y el preocupado por la movilidad de la ciudad, pero la neta es que con tu salario de fracasado no te alcanza para un auto. Nada grita tanto el fracaso como viajar en transporte público.
  5. Eres gordo y flácido. Te da pena ir a playas o balnearios porque con ese cuerpo aguado, ¿quién querría salir a lugares donde haya que mostrar el físico?
  6. No tienes un buen trabajo. Te mataste años en estudiar y terminaste aceptando un trabajo de godínez o peor: freelance. Y claro, por eso tu presente apesta y tu futuro otro tanto.
  7. Sigues viendo caricaturas, series o jugando videojuegos. ¡Por eso no progresas! Porque en lugar de hacer cosas productivas con tu tiempo, te la pasas con pasatiempos para bobos.
  8. Eres chavorruco. Te quieres sentir en onda usando Converse o gorras, pero la verdad es que llegas a una edad en la que lejos de verte cool, das un poquito de pena. No te haría mal verte al espejo de vez en cuando.
  9. Escuchas música horrenda y lo peor es que aún teniendo internet y grandes recursos a la mano, sigues escuchando lo mismo que cuando ibas a la prepa o bandas que ni deberían considerarse tales.
  10. No sabes cómo distinguir un buen vino y mucho menos cómo sostener correctamente una copa. ¿Pero cómo vas a saber, si tomas pura chela si bien te va?
  11. No conoces las reglas de etiqueta en la mesa. Si te ponen un juego de cubiertos completo no sabrías que hacer con él. Pfff, ¿y así quieres brillar en sociedad? ¿O cuándo fue la última vez que visitaste un buen restaurante?
  12. Sigues saliendo de antro después de los 30. Si después de los 25 te ves mal, después de los 30 la verdad das mucha vergüenza. Lo que deberías estar haciendo es trabajar para mejorar tu deplorable situación.
  13. No tienes maestría, doctorado o, ¡qué oso! Ni siquiera te has titulado. ¿Para eso invirtieron tanto dinero tus papás en tu educación, para que salieras con que querías ser “artista”? Neta, ubícate.
  14. Eres chairo. Tus héroes son el Che Guevara y Aristegui, odias al sistema capitalista opresor y lo culpas de tu pobreza, cuando en realidad deberías estar chingándole más para salir de tu situación.
  15. Nunca has salido de tu país, es más seguro ni conoces un avión por dentro. Y ni hablar de tener pasaporte o visa, ¿para qué, si lo más lejos que viajas es a Ecatepec?
  16. No tienes tarjetas de crédito. O si tienes, son de esas que le dan a cualquiera. Y debido a esto, te pierdes las preventas de conciertos ni usas Uber.
  17. Vas al cine en miércoles o cuando hay promoción. Porque sala VIP o 4DX te costaría casi la mitad de tu quincena. Loser y pobre van muy de la mano, ¿ya checaste?

No, ya; no podemos seguir. Si a estas alturas tu detector de sarcasmo no ha explotado es porque, o eres muy clasista y de verdad crees esta sarta de idioteces, o de plano seguiste leyendo nada más por puro morbo de a ver hasta dónde podíamos llegar.

Pero algo hay de verdad que se esconde detrás de este texto plagado de ironías: para algunos el éxito es tener coche, un depa super cool, vestirse al último grito de la moda o acumular grados académicos (aunque como dirían por ahí: lo doctor no quita lo pendejo). Pero no todos persiguen —o perseguimos— las mismas cosas.

Seguro tú conoces a alguna persona que te ha señalado por no encajar en los parámetros o estándares de lo que otros consideran “exitoso”. Y seguro también te has sentido menos cuando ves a tus compañeros de generación escalar en la vida mientras tú sigues en un empleo que apenas y da para comer y no sabes bien a bien a qué te vas a dedicar en unos años.

Y no: este no es fragmento de un libro de Coelho ni una charla de coaching motivacional, es una invitación muy sana a que la próxima vez que te cuestionen por tus metas, prioridades o tu manera de conducir tu vida, mandes al osado en cuestión a chingar a su madre, a ver si se atreve a seguirse metiendo en asuntos que no le corresponden. Y hazlo cuantas veces sea necesario, hasta que aprendan que la diferencia entre una pizza y su opinión es que la pizza sí la pediste y sabe chingón.

Ojo: esta tampoco es una invitación al conformismo, porque todos tenemos derecho a vivir bien. La cosa es encontrar un sano equilibrio entre la cosa material (lo que da para comer, vestir y uno que otro placer) y lo que realmente nos hace felices. Vivir sólo para tener nos puede hacer dueños de mucho pero dejarnos un constante sentimiento de vacío que nunca se llena con nada: ni con el último iPhone ni con la casota más chingona.

Atentamente: un fracasado que un día dejó la carrera de ingeniería para dedicarse a escribir, que tiene más de 30 y se quiere hacer rastas, que no sabe hacerse el nudo de la corbata ni sabe cómo chingados —ni le interesa saber— se sostiene una copa de vino. Pa’ pronto: un fracasado, pero feliz.