Son un montón. Casi tantos como la Telerín.

¿A qué se refiere?

En la década de los ’20, antes de que tuviéramos fútbol profesional, había un jugador de nombre Tomás Pérez, apodado “Pichojos” porque tenía los ojos rasgados (unámonos todos en un gran “WTF”). Resulta que Tomás murió de chavillo, y entonces su primo Luís heredó el nombre -muy similar al caso del “Kikín” Fonseca y su hermano. Luís tuvo una vida fértil y próspera, por lo que varios “pichojillos” se asomaron al mundo. El último, su nieto, supongo, anduvo rolando por primera división a finales de los ’90.

¿Pegó?
Pregúntale a tu abuelo. Lo que sínos deja claro es que con la transmisión del apodo -y sus diminutivos- también bajó la calidad de los jugadores.

Consultar también: “El Gansito” y “El Gansito Jr.” Padilla, “El Campeón” y “El Campeoncito” Hernández.