Aquellos que hayan leído El Principito no nos permitirán mentir: es en apariencia un libro para niños, pero que encierra mensajes llenos de belleza y complejidad. Quien haya repasado sus hojas habrá viajado entre asteroides, se habrá quedado varado en el desierto y también habrá conocido zorros que hicieron su madriguera en nuestro corazón.

Aquí les dejamos 10 razones para leer y releer El Principito, porque siempre es bueno recordar que antes de ser personas mayores, alguna vez fuimos niños.

“Lo esencial es invisible a la vista”

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Es fácil saber si eres un niño o un adulto. En el siguiente dibujo encontrarás un sombrero o una boa devorando un elefante. Los niños son capaces de cosas geniales, como de ver un cordero donde otros sólo verían una caja con tres agujeritos, por ejemplo. Son capaces de ver lo verdaderamente importante de las cosas.

“Los baobabs antes de ser grandes, empiezan por ser pequeños”

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Esto es doblemente esperanzador, nos recuerda que ninguna de las grandes cosas se hicieron de la noche a la mañana: todo puede lograrse creciendo un poquito cada día. Pero también funciona a la inversa: podemos arrancar de raíz los problemas antes de que se vuelvan tremendos dolores de cabeza. ¿Algo de tu vida pinta para volverse un enorme árbol de pesadillas? Sácalo desde la raíz cuando aún es un arbusto.

“Un día vi ponerse el sol 43 veces”

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El Principito nos enseñó que también tenemos derecho a la tristeza y no hay mejor momento para estar triste que las puestas de sol. Nosotros no podemos ver una con sólo arrimar nuestra silla pues no vivimos en un asteroide, pero podemos guardarla en nuestro pecho durante 24 horas o durante toda la vida, de ser necesario.

“Tendré que aguantar dos o tres orugas si quiero conocer las mariposas”

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No, ni para las rosas la vida es sólo disfrute. Todos tendremos que lidiar con el dolor, porque para eso estamos diseñados. Pero seremos capaces de lograrlo. No hay mariposas sin orugas, no hay vuelo sin caídas inevitables ni relaciones sin la opresión en el pecho que causan las despedidas.

“Bebo para olvidar que me avergüenzo de beber”

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Las personas mayores somos muy extrañas. A veces caminamos en círculos y no nos damos cuenta de que vivimos encerrados en estos bucles absurdos hasta que ponemos las cosas en perspectiva. En ocasiones es necesario que un niño llegue a invadirnos con un torrente de preguntas para darnos cuenta de que lo que nos parecía tan claro en realidad no es tan evidente.

“No eres muy poderosa. ¡Ni siquiera tienes patas!”

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Porque aprendimos que jamás hay que subestimar a una serpiente. Podrá no tener patas y arrastrase sobre su vientre, pero si te descuidas te puede llevar más lejos que cualquier navío, a ese lugar a donde todos inevitablemente nos dirigimos.

“Me creía único con una rosa ordinaria”

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Aunque pueda haber jardines llenos de muchísimas rosas parecidas, es el tiempo que le has dedicado a una rosa, la tuya, la que lo vuelve irreemplazable. Sí, puede que todas las rosas se parezcan, pero no se puede morir por una rosa que esta vacía.

“Por favor… ¡domestícame!

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Gracias al Principito y al zorro aprendimos que domesticar no es una relación de poder como pensábamos, sino “crear lazos”. También aprendimos que los rituales son importantes. Si tenemos una cita con alguien a las cuatro de tarde, desde las tres comenzaremos a ser felices.

”Tú tendrás estrellas como nadie ha tenido”

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Para aquél que alguna vez ha tenido un amigo, basta con levantar la cabeza para recordarlo a través de una noche estrellada. “Para los que viajan, las estrellas son guías. Para otros no son más que lucecitas. Para los sabios son problemas que resolver”. Pero quien ha tenido un amigo, las estrellas son astros que ríen. Esto es algo que algunos adultos han olvidado.

”Éste es para mí el paisaje más bello y más triste del mundo”

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Todo aquél que haya tenido una persona especial en su vida experimentará alguna vez esa sensación de querer volver al lugar donde ocurrieron los momentos mágicos: “aquí fue nuestro primer beso”, “en esta escuela cursé la primaria”, “aquí vinimos a nuestro primer concierto”. Y será el mismo lugar, físicamente, pero estará inevitablemente vacío y lleno al mismo tiempo.Ésa es la paradoja.

Chilangos, si ustedes tienen chilanguitos, ya sean hijos o sobrinos, no pierdan la oportunidad de leerles El Principito. Algunas cosas las entenderán siendo ya mayores, pero no hay una edad específica para adentrarse en su magia. Comparte esta nota con un amigo que como tú, también es un niño crecido y la entenderá.

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