Cuando eras niño ya querías crecer y ser adulto, para no pedir permisos, para –según tu– hacer lo que te diera la gana, ver películas de “papás”, salir sin un adulto responsable, pero, aquí entre nos, ya que creciste y ¿a poco no extrañas tu infancia? El desparpajo, la inocencia, vivir para jugar…Tranquilo, sólo es cuestión de actitud, mira estas 10 cosas que te gustan a las que puedes volver:

  1. Jugar Nintendo tooooda la tarde sin parar. Llegar de la escuela, comer, medio hacer la tarea y correr a la televisión a prender Mario Bros o cualquiera de sus similares: una hora, dos horas, cinco…¿qué importa? No sufras, para eso están los fines de semana: dos horas en lugar de cinco.
  1. No medir el peligro, ser intrépido y aventarte como el Borras a hacer cualquier barbaridad, como en esa pendiente en bicicleta, brincar desde dos veces tu altura hasta el piso o aventarte en patineta por las escaleras. Claro, no medías las consecuencias. Tal vez no puedas ser tan irresponsable con tu vida, pero puedes recordar qué bien se siente ese
  1. Tomar siesta en la tarde y que encima tu mamá te cuide el sueño. Eso de ir a la escuela y comer era taaaan cansado, que acababas muerto, verdaderamente necesitabas una siesta, dos horitas, para descansar. Afortunadamente el fin de semana te puedes echar un par de horas sin problemas en los brazos de Morfeo.
  1. Hacer travesuras. Tocar el timbre y salir corriendo, hacer bromas telefónicas, cambiar la sal por azúcar…cómo olvidar esas “maldades” que te divertían tanto…OK, ahora sólo tienes que adaptarlas a tu edad, nomás no te manches, acuérdate que ya vivimos otras épocas.
  1. Esperar todo el año a que llegara el 25 de diciembre para recibir los regalos de Santa Claus. OK, es complicado que el gordito de rojo te vuelva a dejar algo debajo del arbolito, pero eso no quita que te puedas ilusionar y emocionar con la llegada de la Navidad; además, ya te tocará (o ya te toca) ser él mismo.
  1. Brincar en las camas sin temor a romper la base de la cama…y de tu espalda. Suena a lugar común, pero la neta es que brincar en las camas era muy divertido, y si dormías con tu hermano en camas gemelas, aún mejor. ¿Cuál es el problema? Sólo hazlo con cuidado y de vez en cuando.
  1. Llorar. En un niño no está mal visto que llore, de hecho, eso hacen los niños: lloran. Tal vez de chiquito no te dabas cuenta lo bien que te hacía llorar, pero ahora ¿a poco no extrañas, a veces, poder chillar a moco tendido sin que la gente te vea raro o te critique? Nada como una buena peli lacrimógena o un libro para cortarte las venas. Si te da pena, hazlo solo pero disfrútalo.
  1. Brincar en los charcos y empaparte bajo la lluvia valiéndote gorro hacer el oso. Nadie se divierte más que un niño cuando llueve, sobre todo si tu mamá era alivianada y te dejaba hacer de las tuyas. ¡Anda! Suéltate el pelo, no pasa nada si te mojas un poco y la gente te ve brincando, el chiste es divertirte como niño.
  1. Reír a carcajadas. Sí, de esas veces que hasta te hacías pipí de tanto reírte, sin importar lo bonito o feo de tu risa o si hacías caras extrañas o si estabas en el lugar adecuado para hacerlo. Nada más saludable que unas buenas carcajadas, déjate ir cuando algo te parece gracioso, sin pena, disfruta.
  1. Pasar un día entero en un parque de diversiones y subirte a toooodos los juegos, una y otra vez. No me digas que no son días que recordarás siempre, con amigos, con tus primos, la montaña rusa, La Medusa, Kilauea…Date un día libre, organiza a tus amigos y láncense como niños a pasar el día entero.
#vuelveA eso que te gusta