Los pilotos vuelan hasta acá nomás para sacar un dinerito extra. ¿Tan peligroso es nuestro aeropuerto?

Para los pilotos en ciernes debe ser como un bolo aeronáutico: el rumor cuenta que el aeropuerto internacional de la Ciudad de México (AICM) es tan “especial”, que con sólo aterrizar exitosamente en él, el intrépido aviador conseguirá un bono extra por la fabulosa cantidad de 100 dólares (que se traducen en hartos goodies del duty free).

El bono aeronáutico por aterrizaje de “alto riesgo” en el DF es un rumor generalizado entre los empleados de aerolíneas, del propio aeropuerto, y hasta entre familias y conocidos de los pilotos. Un ex empleado del área administrativa de una línea aérea nos lo cuenta: “yo tenía un amiguísimo, piloto, que siempre nos platicaba eso. Era extranjero, él”; “sí, yo supe de un piloto europeo o gringo al que le pagaban yo creo que hasta más por aterrizar en el DF”. Ante ello, es muy probable que cuando un piloto en ciernes escuche “permiso para aterrizar, cambio”, sólo alcance a pensar que no sabe si trae cambio de a mil, sin importar las implicaciones del mentado bono. Si se detuviera a pensarlo, se preguntaría cuáles tendrían que ser los peligros del AICM como para requerir de un pago extra.

Los hechos: el AICM se ubica en el centro-oriente de la ciudad, en plena delegación Venustiano Carranza; está rodeado de zonas habitacionales y comerciales, y, como el resto del DF, tiene una altitud de 2300 metros. Eso quiere decir que la densidad del aire es menor, y los motores necesitan mayor potencia para aterrizar y despegar. O sea: cada vez que un avión aterriza, un enorme armatoste que va a más de 400km/h, con una cantidad considerable de gasolina y tripulantes, pasa a pocos metros de cientos de mexicanos que miran tranquilamente el noticiero. Escalofriante, un poco; pero, sobre todo, un riesgo que requiere de pilotos expertos, comprometidos… e incentivados.

¿Una catástrofe en potencia? No tanto. Las autoridades del AICM nos cuentan que el aeropuerto es uno de los más seguros del mundo. Tiene todas las medidas de seguridad para soportar aterrizajes de este calibre: las pistas cuentan con la medida reglamentaria, 4km, tienen espacios suficientes entre pista y calle, y los vuelos son controlados por sistemas computarizados que administran minuciosamente el tráfico aéreo, lo cual anula toda posibilidad de choques (y explica los largos tiempos que hay que esperar para que tu avión despegue).

Pero, de ser cierta la leyenda, no es el aeropuerto el que paga a los pilotos, ¿cierto? Serían las aerolíneas las que darían a los pilotos alicientes como éstos para que los aguerridos aviadores se atrevieran a aterrizar en nuestro céntrico aeropuerto. Preguntamos a gente de Aeroméxico si los pagos extra proceden. Su respuesta fue contundente: sí se les pide a los pilotos un entrenamiento riguroso (el aeropuerto, después de todo, sí es “especial”), que requiere de tres aterrizajes asistidos por aviadores de muy alto rango, y años de experiencia probados; sí son muy cuidadosos con la gente que mandan a bordo para venir o salir del aeropuerto; pero de pagos extra, nada.