No está en la zona de mayor plusvalía de la ciudad, y su fachada no invita a dar un paso dentro, pero si eliminamos el prejuicio, nos llevaremos una grata sorpresa. Con sólo 90 alumnos en primaria y en plena construcción de lo que será la secundaria, este colegio se presenta como una interesante opción. Digamos que su filosofía equivaldría a La Tercera Ley de Newton «a toda acción corresponde una reacción…»: si un niño no lleva la tarea, tendrá que hacer más al siguiente día. Así cultivan en el niño el sentido de responsabilidad, y que los padres de igual manera lo entiendan. La biblioteca es a puertas abiertas: el niño entra y sale cuando lo necesita o quiere. ¿Qué se busca fomentar? El respeto y la honestidad. Si un niño se expresa con palabras ofensivas, lo invitan a ampliar su vocabulario y le acercan a otra forma de expresarse para que ellos vean que es posible relacionarse de otra manera. El modelo educativo está basado en el niño y no en el profesor: cada niño trabaja a su ritmo. Promueven el sentido de la comunidad hasta con el material, las tijeras, el lápiz, los colores, no son de cada niño, sino de todos.  El uniforme es obligatorio y tienen actividades por las tardes.