¿En ocasiones crees que tus capacidades no son suficiente para destacar? ¿Crees que por más que estudies para un examen nunca estarás verdaderamente preparada? ¿Sientes que no te mereces ese nuevo trabajo o ese aumento del todo? El síndrome de la impostora es tan común como terrible.

El sentimiento de fraude e insatisfacción personal al que conocemos como síndrome de la impostora nos atraviesa a muchas de nosotras y se manifiesta tanto en los espacios académicos, como en el trabajo o en las relaciones personales. A pesar de que la sensación se hace presente en cada una de diferentes maneras, hay algunos puntos generales que debemos abordar sobre el tema.    

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¿Qué es el síndrome de la impostora ?

El síndrome del impostor es un patrón psicológico bautizado en 1978 por las psicólogas Pauline Rose Clance y Suzanne Imes. Esta impostura genera dudas alrededor de nuestras propias habilidades, talentos y logros a pesar de que existan evidencias que nos prueban lo contrario. Sin embargo, el sentimiento de fraude normalmente, como señalan las investigadoras Élisabeth Cadoche y de Anne Montarlot, es diferente para las mujeres, quienes estamos expuestas a la presión de nuestros entornos, a la falta de representaciones de mujeres en las industrias que nos interesan y a los estereotipos de género.

A pesar de ser nombrado por primera vez hace más de cuarenta años, el síndrome del impostor data de mucho tiempo atrás y retrata una autopercepción difusa así como una sociedad sumamente exigente. Esta sensación se puede manifestar de diferentes maneras; la investigación de Cadoche y de Montarlot, que se enfoca en la experiencia femenina percibe a la búsqueda por la percepción, la procrastinación y el sentimiento de necesitar ser experta para poder hablar como algunos de los síntomas principales.

Élisabeth Cadoche y Anne de Montarlot, dos amigas desde hace más de 25 años e investigadoras, escribieron El síndrome de la impostora: ¿Por qué las mujeres siguen sin creer en ellas mismas?, donde analizan la historia y la ciencia detrás de este fenómeno. Entrevistamos a Élisabeth y le preguntamos sobre su proceso creativo y su propia lucha contra el síndrome de la impostora.

Imágenes y fotos: cortesía de Planeta.

¿Qué las llevó a escribir El síndrome de la impostora ahora a quién le diriges esta escritura?

Primero quisiera decir que Anne y yo siempre estuvimos interesadas en las problemáticas que atraviesan a las mujeres. Anne es psicóloga y en su práctica recibe a muchas mujeres y el 80% de ellas no tienen suficiente confianza en sí mismas, pero ellas no identifican el fenómeno [síndrome de la impostora]. Ellas dicen que sienten ansiedad, que no podrán lograr sus metas, se preguntan por qué son así a pesar de saber que quizás tienen las competencias para lograrlo. Y entonces, cuando se le pone un nombre [al síndrome de la impostora] se sienten aliviadas.

Hace cuatro años, cuando regresé de vivir en India, Anne y yo fuimos a una conferencia en donde la ponente, una mujer exitosa, habló de tener síndrome de la impostora. Entonces decidimos que teníamos un tema. Ambas lo sentíamos. Así comenzamos a investigar: yo busqué a más de 100 mujeres sobre el tema, juntamos estudios y descubrimos que aunque habían libros sobre la falta de confianza, sobre el síndrome del impostor, pero no los había sobre el punto de vista de las mujeres. Decidimos escribir el libro para analizar por qué las mujeres lo sienten más que los hombres, lejos de la culpa. Lo escribimos teniendo en mente a las generaciones más jóvenes para asegurarles que están seguras y que pueden y deben tomar ese paso con certeza.

¿Cuál crees que sea la mayor diferencia entre el síndrome del impostor y el síndrome de la impostora?

Las manifestaciones son distintas. Incluso si los hombres lo sienten, se arriesgan. Para las mujeres es más sutil. Por ejemplo, cuando se trata de solicitudes del empleo, en el caso del hombre aunque no esté completamente cualificado, se arriesgará y quizás lo obtendrá. La mujer dudará de sus capacidades y no tomará el riesgo al pensar que no es suficiente. En otros casos, las mujeres procrastinarán por propio temor al éxito o serán perfeccionistas hasta llegar al burn out. Además, los hombres atribuyen sus fracasos con factores externos en lugar de responsabilidad propia y las mujeres tienden a hacer lo mismo con sus logros y lo opuesto con sus fracasos.

Élisabeth Cadoche © Derechos Reservados

¿Cuál crees que sea la relación con el cuerpo tenga un lugar importante en nuestra lucha contra el síndrome de la impostora?

Para nosotras el cuerpo es el objetivo específico para el marketing hoy en día: cremas para verse joven, delgada, ropa para verse mejor o cirugías para ser aceptada. Sin embargo, esta cultura tiene efectos negativos en mujeres y hombres jóvenes. Creemos que la belleza es algo muy personal. Si alguna parte de tu cuerpo te incomoda, decides operarte y te sientes mejor, ¡bien por ti! Todos deben poder hacer lo que los haga sentir bien en su autonomía, no con base en los comentarios de alguien más.

En medio de la investigación encontramos que la edad en la que te sientes más cómoda con tu propio cuerpo es a los 60 años. Normalmente para esa edad estás o estuviste casada, quizás tienes un acompañante; sabes lo que quieres, pero aún más importante, sabes lo que no quieres. Te deja de importar tanto la mirada del otro. Pero Anne y yo llegamos a la conclusión de que no deberíamos tener que esperar a tener 60 años para poder sentir confianza. 

Aunque las redes sociales nos han permitido que nos comparemos con otras mujeres y veamos sus cuerpos como positivos y los nuestros como negativos, también cada vez existen más cuentas de body positive en donde las mujeres aceptan sus cuerpos como son. Estas mujeres no quieren ser víctimas de este sistema y eso está cambiando la industria de la moda para las nuevas generaciones. Lo más importante es que seamos respetuosas con los cuerpos de las demás y respetemos, así también, sus decisiones.

¿De qué manera notas las problemáticas que presentas en el libro en tu vida diaria, por ejemplo, en tus relaciones con tus hijas o sobrinas si es que las tienes?

Tengo un hijo varón solamente, pero sí tengo sobrinas. Algo con lo que me relaciono profundamente es con el impedimento para aceptar un cumplido. Durante mucho tiempo me sonrojaba y me avergonzaba con los cumplidos. Pero la última vez que hablé con mi sobrina y la felicité por algo hizo exactamente lo mismo que yo hacía, entonces la detuve y le dije que sus logros no eran cuestión de suerte, sino de trabajo duro. Eso fue bueno e importante.

Si quieres aprender más sobre la psicología, la historia y la sociología detrás del tema, tienes que leer el libro El síndrome de la impostora: ¿Por qué las mujeres siguen sin creer en ellas mismas?, de las autoras Élisabeth Cadoche y Anne de Montarlot por Editorial Planeta.