“Las novelas me lastiman”, dice Sara Sefchovich, autora de más de una decena de ensayos y cuatro novelas, entre ellas Demasiado odio, recién publicada, y Demasiado amor, que vio la luz hace 30 años y fue llevada al cine en 2001 por Ernesto Rimoch.

Platicamos a propósito de la publicación de la secuela de su novela debut, y cuenta que este nuevo libro nació hace unos cinco años, cuando se empezó a percatar de que el país ya no tenía nada que ver con el que retrató hace tres décadas. En ese momento regresó a ella la voz de Beatriz, pero Sara se resistió bastante tiempo, justamente por el dolor que implica para ella escribir novelas.

“Meto la piel, meto las entrañas, no puedo pensar en otra cosa. No se sale de mi las 24 horas del día. Me quita el sueño. Yo no sé, porque no puedo saberlo, no soy mi propia lectora, si esa intensidad se nota en la novela. No sé si se percibe esa intensidad que me cuesta muchísimo esfuerzo, y que al final pretende decir las cosas de una manera fluida y que sea de una lectura que atrape y que no sea densa y pesada, pero para decir cosas densas y pesadas” explica la escritora y socióloga nacida en la Ciudad de México.

¿Te costó retomar la voz de Beatriz 30 años después de Demasiado amor? ¿Por qué la elegiste a ella para este libro?

No la retomo yo. Beatriz es una personaja que una vez que te sueltas con ella tiene su propia vida. Y sobre todo es una mujer que, desde la primera novela y ahora también, se deja mucho fluir con lo que sucede y no va peleando con la vida, con lo que pasa, hasta prácticamente el último momento, hasta el final de ambas novelas, que es cuando da un giro siempre importante en términos de sus decisiones. Por lo tanto, seguir esa adaptación con su propia voz es algo que se da sola, por sí misma. ¿Por qué la tomé a ella cuando pude crear a una nueva personaja o tomar a la de Vivir la vida? La razón fue precisamente porque el punto de partida era ver qué estaba pasando en México hoy. Después, por las mismas circunstancias, Beatriz empieza a irse con el otro personaje a otros países, por las propias circunstancias de lo que pasa. Pero eso no lo sabíamos al principio. Al principio se trataba de volver a ese viaje por México y ver cuáles eran los cambios en un cuarto de siglo, porque en la ficción la distancia es de 25 años.

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Me llama la atención esto que dices sobre que Beatriz asimila bien lo que la va sucediendo, pero te quería preguntar si a ti te costó trabajo someterla a tantas desgracias o situaciones duras.

Es que no la sometí yo. Ella es quien va construyendo todo esto. Yo voy atrás, dándome cuenta de las sorpresas de ella, de sus ires y venires, de su manera de construir las cosas, de su manera de enfrentarse a todos los imprevistos, porque no hay una sola situación que sea fácil. Y, sin embargo, ella lo toma y sigue adelante con eso que hoy se llama una tremenda resiliencia. Y yo voy atrás, viéndola, y soy la primera sorprendida con lo que ella encuentra en México y la gente que conoce y los afectos y el nuevo amor que organiza, un amor solo posible en este momento de la historia de México. Y cómo ella va creando todo ese mundo a partir de su enorme capacidad de amar y de establecer afectos y relaciones, porque de otra forma no podría sobrevivir a todo lo que le pasa.

¿Por qué decidiste retratar esta cara tan dura del país y por qué hacerlo con un toque de humor o sarcasmo?

¿Qué me queda? Dime qué te queda si quieres estar en este país y vivir tu vida y pasarla a gusto, y tener tus cariños y tus afectos y tus amores y tus alegrías. Es cierto, también tienes lo otro, porque la vida siempre está compuesta de las dos partes. Pero si te lo tomas en el azote, no lo podrías vivir. No podrías sobrevivir a nada en la vida, nunca. Sobre todo, Beatriz se ríe de sí misma, siempre, desde la novela anterior. Entonces, la respuesta es porque no hay otra forma de vivir, y mucho menos en el mundo de hoy.

A lo largo de la novela hay varias voces particulares, ¿por qué te interesa ese rescate del lenguaje oral?

Es una cuestión fundamental para mí en la construcción de la novela porque el lenguaje que Beatriz va experimentando en cada uno de los lugares que visita, tanto en México como en los otros siete países que recorre, es muy importante para ella para entender lo que pasa, para acercarse a la gente, para conocer los lugares. Le es muy difícil cuando no puede comunicarse con la gente en ciertos sitios. Incluso, hacia el final de la novela, ella hace todo un pensamiento, una reconsideración, de cómo escribe tratando de recoger los lenguajes distintos de la gente por edades, por países, por modos de hablar. Pero le importa el lenguaje de todos los días. Porque esta no es una novela de tesis, no es una novela de rollo, es una novela sobre la vida. Y la vida la vivimos con el lenguaje que podemos hablar y captar y comunicarnos; no con un lenguaje ideal o perfecto o precioso.

¿Qué te dejó como escritora, y particularmente como persona, confrontarte con una realidad tan dura durante la escritura de Demasiado odio?

Bueno, como te dije hace un momento, me deja muy alterada. Todavía tengo muy en la piel lo que pasó. Todavía me desvela darme cuenta de todo lo que sucedió, y lo que también pudo haber sucedido y no pasó. Y me emocionan muchas cosas y me entristecen otras. El final de la novela me altera mucho todavía. No sé cómo se llegó a esa decisión. Todavía está aquí. Es muy reciente su publicación, este platicarlo con personas amables que me dan la oportunidad. ¿Qué va a pasar después? No lo sé. Solo ahorita te puedo decir que aún no me salgo de ella y no puedo pensar en otra cosa.

¿Cómo no perder la esperanza y encontrar sentido a nuestra existencia en medio de situaciones tan desoladoras?

No te queda remedio. Si no tienes una manera de vivir en la que puedas soportar todo esto, no puedes vivir. Te tendrías que dar un tiro o tirarte por la ventana. No se puede vivir si uno no acepta que este es el mundo que le toco. Y eso es lo increíble del personaje joven de la novela. Como él no tiene comparación con otros mundos, porque él ya nació en este, entonces su manera de ver las cosas es que así son, prefiere no explicárselas, y todo el tiempo lo está diciendo en la novela: no es por esta razón o por la otra, es porque es, porque así son las cosas, y es lo que tienes que vivir. No te queda opción.

Se suele decir mucho que el pasado siempre fue mejor, ¿crees que simplemente es un cliché o que es una realidad y cada vez estamos peor?

Yo no pienso en términos de que el pasado fue mejor o de que el futuro va a ser maravilloso o de que esto se ha deteriorado, porque, como te decía, si lo piensas en esos términos sería otro tipo de historia. Para estos personajes la vida es como es. Para Alfonso, el personaje joven, esta es la forma de ser. No es que se haya deteriorado, no es que mañana va a ser mejor; simplemente es como es. Y así lo viven Beatriz y Alfonso. Lo viven como es. La pueden pasar bien a veces, otras veces la pasan muy mal, se enojan, se arrepienten, se llenan de culpa, pero ese es el mundo que tienen, en el que viven, y lo van capoteando lo mejor que pueden y participando en él lo mejor que pueden. Porque otra cosa importante que nos enseña el personaje joven es que si no participas, igual las cosas pasan, y tú te quedas afuera mirando los toros desde la barrera. 

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La novela retrata una actualidad violenta y cruda, pero me interesaba saber también qué fue lo que encontraste que perdura en estos 30 años que han pasado desde la publicación de Demasiado amor.

Lo que perdura es la posibilidad de establecer afectos, amores, relaciones lindas con la gente, incluso en situaciones complejas. Y esa es para mí la lección de Beatriz: que encuentra la posibilidad de establecer esos afectos y relaciones con las personas por difícil que sea la circunstancia. Más que otra cosa, lo que enseña la protagonista es que, pase lo que pase en el mundo, bonito o feo, bueno o malo, siempre puede se pueden encontrar relaciones afectivas por las que vale la pena vivir.

¿Crees que hay algo que podamos hacer individualmente para mejorar la situación que vive el país y el mundo?

No sé. Yo no me pondría en este momento mi sombrero de socióloga para decir lo que deberíamos o podríamos hacer, porque mi sombrero en este momento es el de narradora. La novela no te da muchas opciones; no le dio muchas opciones a los personajes de encontrar otros caminos. Y por eso Beatriz toma la decisión final de la que, te repito, no quiero hablar aquí para no echar a perder la novela a los lectores, pero que es una decisión en la cual tu descubres la conclusión a la que llega en torno a la cuestión de si podemos o no podemos hacer algo para cambiar las cosas.

Demasiado odio, Sara Sefchovich, Océano, México, 2020, 261 páginas