Wilson Díaz es un simpático. Perdón la expresión, pero su obra origina gozo. Durante toda la estancia de “Quimera”, su exposición en el Museo Tamayo, no se puede más que pensar en dos cosas: la belleza del cotidiano latinoamericano, por un lado, y el talento que tiene el artista para brincar de un formato a otro, siempre con un dejo de humor ácido y profunda reflexión política.

Hay pinturas expandidas (el bellísimo paisaje con cráneo que se convierte en escultura), increíbles imágenes expropiadas (una rica selección de discos de música tropical con mensajes políticos) y, sobre todo, mucha música: Quimera parte de un intento de recontar la música colombiana a partir de sus dejos políticos y sociales, imaginando su territorio a partir de sus sonidos y mensajes, desde un punto de vista etnomusical hasta en términos de sus relaciones de poder.

Quimera

Foto: Cortesía Museo Tamayo

Es una muestra breve, sucinta, quizás incompleta sin la escucha activa de los discos ahí albergados, pero que deja en claro que si existe un cliché cierto es que nosotros, la gente de sangre caliente, sabemos bien explotar momentos catárticos a través del arte, la música y la danza.

No es, pues, solamente la exposición de la colección de un melómano intencionado: es una reflexión profunda sobre lo que implica ser colombiano, latinoamericano y, en ese contexto, parte de una identidad, muy golpeada por factores exteriores, pero que nunca deja de ser una pequeña explosión cultural.

Museo Tamayo, Reforma, esquina Gandhi, Chapultepec-Polanco, mar-dom 10-18 h, $60, dom gratis, del 29 de abril al 13 de agosto