En la Ciudad de México, hogar de algunos de los museos mexicanos con mayor proyección internacional, viven y trabajan un gran número de curadores. Cuatro de ellos comparten aquí sus experiencias, trayectorias profesionales y puntos de vista sobre la labor que realizan y el gremio al que pertenecen.

Los cuatro tienen formación académica en historia, historia del arte o artes plásticas y cuentan una especialización en el extranjero, principalmente en Reino Unido, que a finales de los noventa estuvo a la vanguardia de la creación de programas académicos en torno a la especialización curatorial.

Foto: Leo Pérez/Cortesía

Todos, además, tienen cerca de 20 años dedicados específicamente a este trabajo. Comenzaron cuando la curaduría ni siquiera era un concepto consolidado y afirman que no puede describirse como una profesión con tareas inamovibles. El trabajo de cada curador es diferente, pues responde a las necesidades de la institución con la que trabaje y muchas veces a las del proyecto específico.

Hablan para Chilango Itzel Vargas, del Museo Universitario del Chopo; Kit Hammonds, del Museo Jumex; Magalí Arriola, del Museo Tamayo, y Cuauhtémoc Medina, del Museo Universitario Arte Contemporáneo.

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Qué hace un curador

Foto: Leo Pérez/Cortesía

Para Kit Hammonds, el trabajo de un curador tiene dos partes esenciales: “Un lado práctico, algo de lo que la mayor parte de la gente no suele hablar, que varía mucho dependiendo del proyecto, pero donde la mayor proporción del trabajo es organizar todo para que suceda un evento artístico y tenga un público. Eso es lo que yo considero el nivel base de la curaduría”.

“Pero el lado más interesante –continúa– no se trata de seleccionar a un artista o un conjunto de obras, sino más bien crear una narrativa. Yo creo que curar es esencialmente storytelling en un espacio físico o temporal. La curaduría no es permanente ni trata de un solo proceso, sino que cambia siempre dependiendo de qué es lo que se presente, así que los artistas y su trabajo cambian el tipo de historia que tú puedes contar. Como si fueran diferentes géneros de literatura”.

El rol protagónico

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La idea un tanto generalizada de que los curadores se han vuelto una suerte de rockstars en el medio artístico no parece tener ninguna prevalencia entre quienes se dedican a este trabajo. Por el contrario, estos cuatro curadores reconocen que sus intereses propios, su experiencia y sus contextos personales pueden o no tener cabida en las instituciones a las que pertenecen pero que su trabajo debe moldearse alrededor de éstas.

Cuauhtémoc Medina señala: “No es tan interesante establecer qué relación tiene un espacio con una subjetividad, sobre todo por las condiciones de negociación práctica que esta labor representa, sino más bien qué potencial aloja determinado tipo de curador en determinada institución o circunstancia. Es un hecho interesante que el MUAC tuvo una variabilidad de estructuras”.

“Yo llegué en una especie de crisis en 2013 y de entonces para acá al menos la curaduría ha adquirido cierta estabilidad. Eso puede delatar algo que no es necesariamente positivo: que la condición de museo universitario requirió alguien que estuviera ya en la Universidad y que tuviera, incluso, los defectos culturales de la Universidad. Como la curaduría es una función y no una identidad, uno se pone o quita el sombrero dentro de una gran gama de limitaciones”.

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Sobre la competitividad o generosidad de los colegas curadores, Itzel Vargas considera que, si bien es un medio competitivo en el que “el saber y el poder propios de la curaduría repercuten en la manera en que se tejen las redes del circuito del arte contemporáneo, también es una práctica que, más allá de lo político, se ejerce de un modo personal, de acuerdo con elecciones de vida particulares”.

La curadora del Museo del Chopo agrega: “Pero ¿por qué tendría que ser tan extraordinario que entre personas que hacemos lo mismo exista reconocimiento y admiración por el trabajo del otro? Tenemos que procurar más la posibilidad de coincidir, complementar, construir desde lo colectivo”.

¿Adónde va la curaduría?

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Para Magalí Arriola, el futuro de la curaduría es tan incierto como el futuro mismo: “Creo que habrá muchos cambios que van a afectar todo, es decir, el tipo de obra que se produzca, el tipo de obra que se presente en museos, cómo se va a desarrollar el mercado, si hay ferias o conglomeraciones de gente más grandes o pequeñas. Quiero pensar que no porque vaya a haber un cambio dramático va a ser malo. Creo que es tarea de todos pensar cómo llevarlo a buen puerto y entender qué es lo que puede ser mejor en estas nuevas condiciones. Diversificar la oferta y la demanda, que no haya una sola escena. Creo que eso es lo que le da fuerza al gremio”.

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