“¿Qué es esto de ser un narcoescritor?”, se pregunta Élmer Mendoza (Culiacán, 1949) sin que el tono de su voz cambie un ápice: se mantiene a medio camino entre la risa fácil y un arrastre de palabras quedo, siempre quedo. “No puedo huir de eso porque también me ha traído cosas muy buenas, sería muy desleal decir que no tengo que ver con eso. He escuchado cosas como que yo inventé el género, cosas tan bonitas como para que de pronto me retraiga. Tengo que ver con algunas formas de abordar este asunto tan escabroso. Estamos tratando de crear una literatura memorable de este fenómeno tan inconveniente de la guerra. Ojalá algunas de las novelas permanezcan durante mucho tiempo”, dice en entrevista.

Desde su primer acercamiento de largo aliento en la ficción, Un asesino solitario (1999), Élmer incursionó de lleno en los efectos de la política, la violencia y el crimen organizado tomando elementos de la álgida realidad nacional. Federico Campbell lo situó entonces como “el primer narrador que recoge con acierto el efecto de la cultura del narcotráfico en nuestro país”.

Y más que variar, eso se ha confirmado a lo largo de su carrera literaria. La editorial Tusquets acaba de publicar su séptima novela, Nombre de perro, en la que además de referirse directamente a la “guerra del narco”, como no lo había hecho, retoma la saga del detective de la policía culiacanense Édgar “El Zurdo” Mendieta. “Andaba dubitativo entre continuarla y no, pero encontré algunos lectores que me preguntaban por la próxima del Zurdo Mendieta. Así que me dije: si igual no estoy decidido a dejarla, más vale que me ponga a trabajar”. Y ya tiene “en la cabeza” por lo menos una más.

51662Nombre de perro

Nombre de perro (Especial)

En tanto, es la tercera vez que el personaje del Zurdo protagoniza una de sus novelas. La primera fue Balas de plata, con la cual ganó el tercer Premio de Novela Tusquets en 2007; luego vino La prueba del ácido (2010), y ahora Nombre de perro. Élmer quería completar el perfil de su personaje enfrentándolo a situaciones que lo vuelven más vulnerable. “Una de las variaciones que yo pretendía era sensibilizar un poco más al Zurdo, y la solución fue hacer venir a su hijo de Los Ángeles, y a la madre de éste”.

En ese afán de variación, Élmer pone al Zurdo a perseguir a un asesino de dentistas mientras ayuda a Samantha Valdés, la jefa del Cártel del Pacífico, a encontrar al asesino de su pareja. “Una de las cuestiones interesantes de las novelas es que uno puede hacer cosas que los otros no hacen, o que hacen pero que al final no le tienen mucha fe. Yo a todo lo que hago le tengo mucha fe. Y a este personaje de Samantha Valdés lo siento muy cerca de mí y espero trabajarlo con propiedad cada vez que venga al caso”.

A Élmer lo ha distinguido siempre un estilo muy particular en el que los diálogos se cuelan en la narración sin convenciones de por medio, en donde la estructura se alimenta de referencias literarias y musicales así como del habla popular. “Soy capaz de hacer un discurso que me identifica ante los otros con solo leer unas líneas… Trabajo bastante en la corrección y sobre todo en los aspectos que tienen que ver con el sonido, la musicalidad y el tono del discurso. Yo siempre estoy pretendiendo que mi literatura tenga un sonido bastante agradable que los lectores puedan escuchar, y eso no se consigue fácilmente o al menos yo no lo consigo fácilmente”.