El cuento de Caperucita Roja sirve como contexto simbólico para entender la violencia que se ejerce sobre las mujeres, que desde luego no sólo es de índole sexual y no sólo proviene de los hombres: las mujeres (las madres, las hermanas, las abuelas, las amigas) también ejercemos poder sobre otras, con efectos devastadores.

Con María (Valeria Lemus) nos internamos en el bosque del abuso que habrá de librar a partir de todas esas telarañas de “virtud” que le impiden realizar sus sueños y la condenan a ser apta para el matrimonio y la quieren amaestrada para soportar la violencia. La dramaturgia de la autora canadiense Christel Guczka se vuelca en dar opciones para romper ese camino trazado para las mujeres: quitar etiquetas, prejuicios y hacer que los testigos de piedra (que, como los monitos no ven, no oyen, no dicen) participen en el diálogo para romper la línea heredada del maltrato. En algún punto de ese caminito trazado hacia el bosque de la identidad femenina, ese individuo debe decidir si mata, muere o sigue sus instintos primarios.

la reina ha muerto

Foto: Cortesía

El problema de esta obra no es el texto o el tema (urgente en este país, sobra decir), sino la traducción escénica que hace la directora Itari Marta bajo una adaptación libre, que a veces dota de un tono victimario y melodramático a un asunto que merecería mucha más profundidad. Hasta cierto punto, la adaptación de Marta abusa de cierto tufo de infantilismo, lo que, enmarcado por un mini lugar –el Espacio Urgente 2 del Foro Shakespeare–, puebla esta obra de muchas lucecitas pero poca imaginación.

Foro Shakespeare, mar 20:45 h, $150, del 2 de mayo al 25 de julio