Se dice que este clásico no pierde vigencia pero, más allá de eso, “El libro de la selva” es un conjunto de relatos que durante generaciones ha sido parte del imaginario de los niños, y sigue siendo un universo que vale la pena revisitar, ya de adulto, para comprender esa especie de analogía que hace Rudyard Kipling con las sociedades humanas.

Apartadas de las historias de príncipes y princesas, las aventuras de un niño desnudo, perdido en la selva y perseguido por un tigre que se lo quiere comer, se asemejan más a un cuento de terror que a un relato infantil, pero es precisamente este carácter poco ingenuo y un tanto brutal lo que captura al lector.

Por supuesto, un libro que no hace concesiones lingüísticas merece imágenes que tampoco lo hagan. En ese sentido, las ilustraciones del mexicano Gabriel Pacheco hacen a un lado los rostros bonachones a los que estábamos acostumbrados y muestran
a un Mowgli más oscuro y meditabundo, animales poco o nada antropomorfizados, y una densa selva que añade misterio a la lectura.

Sin duda, tanto la traducción en español peninsular, realizada por Gabriela Bustelo, como las láminas de Pacheco, que a ratos parecen remitir a las ilustraciones de cuentos rusos y a veces al arte hindú, hacen de este libro una versión completamente renovada y fresca de la historia publicada por primera vez hace más de un siglo.

El libro de la selva Novela gráfica, Editorial Sexto Piso,

2013, Rudyard Kipling, $299

4 estrellas