Si algo pudiera caracterizar a la idea de un "fenómeno", sería su espontanieidad. Un suceso que alcanza relevancia global de manera repentina y se convierte en modo común para un área particular de nuestra vida. Quizá se olvide, quizá perdure, pero el tiempo va borrando su imagen de "fenomenal" hasta que se convierte en memoria o se consagra.

Banksy es el gran fenómeno en el arte contemporáneo de los últimos años. Su ascenso a la fama, que lo ha convertido en uno de los referentes mundiales más importantes de la disciplina, se dio casi en cuestión de meses. Exagero, pero exageremos: se dio en cuestión de meses. Hablamos de un desconocido que logró tomar las casas de subasta, las galerías de todo lugar en donde importan las galerías, los museos, hasta la industria cinematográfica, como suya. Revolucionó las concepciones básicas del arte contemporáneo más "formal" (elitista, tendiente a lo conceptual, educado, discursivo… digamos, "mamón") para instalarse como un nuevo dueño maleducado e incendiario.

32955Que si la iron

Que si la iron (Banksy)

Pero Banksy está lejos de interesar por su obra; comenzó a pintarrajear paredes con el boom del graffiti inglés de finales de los ochenta, escoltado por un discurso político tan "subersivo" como el de cualquier sindicalista gritón de chapa echeverrista. No generó grandes innovaciones técnicas para lograr su cometidos creativos (es precioso cómo articulistas y críticos afamados recalcan su uso del esténcil como una herramienta eficaz para evadir a la policía, como si él la hubiera descubierto), y su imaginario es tan sencillo como potencialmente aburrido. La obra no importa.

Como tampoco importa, en su caso, la inventiva de llevar a las calles expresiones pictóricas más "sofisticadas" que la de su "b-boy" de cajón. Recuerdo, por ejemplo, que para los años famosos de Banksy un tal Shepard Fairey había logrado invadir al mundo entero de propagandas hermosas y mucho más pensadas con su Obey Giant. A diferencia del inglés, ofrecía al público impresiones coloridas y estéticamente más decorosas, con un discurso un tanto más pensado en lo político y lo social.

Entonces, ¿por qué Banksy? ¿Por qué nos hemos obsesionado con él, como si se tratara de un verdadero genio?