Hace más de una década y media, David Miklos publicó su primera novela, una historia de poco más de 80 páginas ambientada en un lugar ficticio llamado Puerto trinidad y titulada La piel muerta. Le siguieron, en 2006, La gente extraña, y en 2008, La hermana falsa.

Ahora, los tres títulos, que en sus primeras versiones sumaban unas 317 páginas, fueron reescritos por el autor mexicano y publicados como el tercer volumen de la colección Combate a 10, de Dharma Books.

La voz principal de Residuos es la de un hombre que, tras la muerte de su madre, escarba de forma dolorosa en su pasado en búsqueda de su identidad. “Siempre esperamos una despedida”, se puede leer repetidamente en las primeras páginas del volumen, y no queda más que aceptar la frase como una especie de advertencia y resignarse a entrar en una historia llena de nostalgia que seguro resultará contagiosa.

Y como en las primeras versiones publicadas de la historia, Miklos es igual de cuidadoso con la selección de las palabras y su ritmo, demostrando que un relato se puede escribir y reescribir miles de veces, sin agotarlo, y siempre consiguiendo un resultado igual de virtuoso.

¿Con qué nuevos retos te enfrentaste durante la reescritura de tus primeras tres novelas? ¿Qué encontraste en estos tres libros de David Miklos que ya no recordabas?

Es curioso, porque recordaba muy bien las tres novelas, aún latentes en mi memoria. Son novelas que pensé y ensayé mucho antes de, finalmente, escribirlas. Novelas ligadas a distintos lugares y distintas personas que habitan mi recuerdo. Novelas, en cierto sentido, vívidas. Esto quizá se debe a mi proceso de escritura, en el que reescribo varias veces un borrador hasta, finalmente, desprenderme de un texto que pasa a manos de mis editoras y editores. En ese sentido, no enfrente un reto mayúsculo, sino un reto que me obligaba a pensar ese trío de novelas como borradores inacabados. El reto fue acabarlos de nuevo. Empezar a acabarlos de nuevo. Y transformarlos en una sola novela.

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¿Quedaste satisfecho con esta versión o crees que el proceso podría ser perfectible o, incluso, interminable?

Quedé satisfecho, aunque, sí, el proceso podría ser interminable, a saber si perfectible. ¿Cómo determinamos que un libro está acabado? Tal es la cuestión: dejarlo o no ser, más allá de nosotros y de la necedad de corregir algo que ya está acabado. Y a la vez no. Toda una paradoja.

En el apéndice dices que publicar La piel muerta fue como quitarse un peso de encima. ¿Por qué, en lugar de crear una nueva historia, decidiste volver a ella? ¿Fue pesado o complicado?

Fue complicado encontrar el tiempo para hacerlo. Escribir, en cierto modo, de cero: transcribir una a una las palabras vertidas en los libros ya publicados, transformarlas en algo distinto, aunque quintaesencialmente lo mismo. Ya en 2008 tenía la idea de juntar las tres novelas en un mismo volumen, pero no sabía cómo. Cuando finalmente tuve la oportunidad de hacerlo, me di cuenta de que, en parte, las tres novelas me significaban una especie de lastre, de pronto más pesado ante la consigna de escribirlas de nueva cuenta. Uno es Sísifo cuando escribe: empuja la piedra cuesta arriba. Y, una vez alcanzada la cima, la piedra regresa cuesta abajo.

¿Desde un principio pensaste en esta historia como una trilogía? Si sí, ¿por qué no esperaste a publicarla como un solo libro, como ahora? ¿Cómo sabes cuando un libro está listo para publicarse?

No, de origen pensé a La piel muerta como una novela singular, única. Como una ola de un mar desaparecido. ¿Cómo recuperarla? Una vez escrita La gente extraña, pensé que tenía un díptico. Pero tampoco la escribí con esa finalidad. La hermana falsa, esa sí, incluía a ese par de olas en su escritura, pero eran la misma ola singular, única. Y supe que lo que había hecho era una trilogía.

¿Han cambiado tus motivos (impulsos/razones) para escribir en estos 15 años o siguen siendo los mismos? ¿Tu búsqueda estética? ¿Tu forma de ver la literatura?

En buena parte siguen siendo los mismos. Ha cambiado mi relación con los tiempos de escritura. Y con la manera de escribir, que ahora me resulta tanto mecánica (es lo que debo hacer) como lúdica (es lo que quiero hacer). He leído más. Así que he encontrado más voces con las cuales poner a dialogar la mía misma.

Tengo entendido que tu escritura parte de una “necesidad” personal (¿casi terapéutica?) y quería preguntarte si en esa búsqueda has hallado respuestas a preguntas como si alguien puede cambiar con el tiempo o está predeterminado a ser la misma persona siempre.

No, nunca he visto la escritura como una necesidad o una terapia. Es una búsqueda. Y la posibilidad de crear algo en movimiento perpetuo. ¿Cómo volver texto la voz que se nos dicta, cómo decirla en palabras, a través de qué personajes, de qué historias? Esa voz es la misma que en su origen. La necesidad ha sido preservarla.

¿Crees que la escritura puede ser un medio para descubrirse a uno mismo y de desanudar misterios o conflictos dentro de nosotros?

Sin lugar a dudas, incluso cuando parece que estamos escribiendo la ficción más pura. Tenemos muchos puntos ciegos en nuestra memoria, en nuestro devenir cotidiano, y escribir luego echa luz sobre las sombras y los intersticios que a veces no alcanzamos a mirar a simple vista.

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¿Se puede separar la escritura de la vida propia y la historia personal?

No, pero se puede hacer el intento: así se hace la literatura.

Me parece que, en tu escritura, la forma tiene un peso mayor a la historia. ¿Tú lo sientes así?

No. Es la voz la que lleva la batuta. La voz encuentra la historia que decir, ya luego la manera o la forma de decirla.

Tu novela inédita más reciente fue La pampa imposible, publicada en 2017. ¿Estás trabajando en alguna nueva?

Sí. Terminé una novela breve hace algunos meses. Tengo otro par en el tintero. Y trabajo desde hace 10 años en un libro híbrido, entre ficción e historia propia, que espero, por fin, terminar. Terminé una suerte de mancuerna de ese libro, Paseos del río, que pronto publicará Festina.

Residuos, David Miklos, Dharma Books, México, 2020, 248 páginas