Fausto, el pódcast que nos hizo temblar con las historias más macabras de la CDMX y la zona metropolitana, llegó a su gran final con una imperdible última temporada, “la más cruda hasta ahora”, como dijo Fernando Benavides, creador del pódcast. Después de tres años de producción, las historias rescatadas aún retumban en los oídos, a manera de un eco que reclama una pregunta tan estudiada como elusiva para la humanidad: ¿cuál es la verdadera naturaleza del mal?

En esta producción original de Spotify pasan a distintos escenarios, épocas, contextos sociales, e incluso profesiones e industrias, para llegar a la escalofriante realidad de que los mounstros existen, y viven entre nosotros. Producida y escrita por Benavides y narrada por Damián Alcázar, el pódcast retoma un pasado donde el horror en México aún no era algo completamente cotidiano. Su choque, por tanto, no radica necesariamente en la sorpresa, —cosa no carece en lo absoluto— sino en en el recuerdo de que la estabilidad siempre ha sido frágil y el encauce de factores sociales, económicos y emocionales, de pronto, llevan a la tragedia. 

Platicamos con Damián Alcázar quien, entrega tras entrega, consiguió hacer del terror documental de Fausto en una expresión de coraje, dolor y memoria que agudiza la profundidad de las heridas. Particularmente, en lo que aún no se resuelve para el tejido social que se vio indeleblemente afectado por estas historias: las familias, los amigos y las comunidades que sufrieron las atrocidades de los victimarios. 

Puedes leer lo que comentó Damián Alcázar sobre los aprendizajes de Fausto, abajo.


Es la última temporada de Fausto. ¿Consideras que descubriste alguna faceta desconocida para ti sobre la naturaleza del mal?

Descubrí, por ejemplo, que el mal muchísimas veces no se refleja en la cara de la gente o de la gente que lo propicia, para nada. No se percibe, porque todas estas historias hablan de gente aparentemente inocente, incluso de “amigos” o familiares, y eso es algo que no había tenido en cuenta antes. Claro, en la ficción siempre vemos que el malo tiene unas características que son claramente con una tendencia hacia el mal, en el caso de la realidad, para nada. 

¿Cómo crees que ayuda a dimensionar el crudo presente en el que vivimos recordar estas historias de dolor y tragedia?

Creo que ayuda a dimensionar el presente de nuestro país, el crudo presente que vivimos porque dices “esta violencia no existía”. Cuando yo era un joven de 19 años, esta violencia estaba lejos… Imaginarse que en un país como el nuestro, que era mucho más solidario —claro, había mucho menos gente—, había una calidad de vida mejor a pesar del lastre de la pobreza en nuestro país, en los últimos cuarenta años si ha habido un cambio tremendo. 

Puedo decir que es el resultado, porque un ambiente amable, uno en equilibrio, sin las carencias y las necesidades terribles, no permite o es difícil que se genere una violencia como la que tenemos. Así que claro, hay que hacer algo por el país, todos nosotros como sociedad y trabajar para que todas estas cosas se puedan ir disminuyendo hasta desaparecer en la medida de lo posible. 

Cortesía.

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¿Qué es lo que más se te queda como persona, mexicano, de la experiencia de hacer Fausto?

Lo que más se me queda como persona es la sorpresa. La enorme sorpresa de ver cómo el ser humano es capaz de cometer actos así, cómo es inconmensurable la capacidad del ser humano de hacer el mal, que se nota mucho más que los que hacen el bien —que también los hay, por supuesto—. 

Como mexicano, la experiencia del Fausto es la urgencia por hacer algo. Todos debemos de hacer algo; unir fuerzas y empujar para salir adelante de esta crisis porque si regresamos a ver las carencias, el despojo, el robo, la pobreza infame de los más empobrecidos, yo creo que eso seguirá generando más y más violencia. 

¿Qué fue lo más difícil de narrar de estas historias?

Lo más difícil fue encontrarme con que puede ser tu vecino. Yo tengo una amiga actriz que me contó que siempre pasaba por un portón, justo antes de su casa, con su perro y siempre saludaba amablemente al portero del portón. Resulta que ese portero estaba guardando, en esa misma casa, a personas que tenían secuestradas. Era una casa de seguridad. Y que, además, estaban haciendo mucho daño para poder cobrar recompensas. Esas cosas son tremendas. 

Saber que puede ser tu vecino, tu compañero de clase o trabajo, es durísimo. 


Fausto publicó su primera temporada en 2019 y si no la has escuchado, te estás perdiendo de una producción documental que definitivamente te pegará el oído a la bocina durante horas consecutivas. Las tres temporadas completas ya están disponibles en Spotify y las puedes escuchar acá.