Desde hace ya muchos años, el Museo Nacional de Arte es uno de los mejores museos de este país. Han realizado exposiciones puntuales, bien informadas, que ligan temas exquisitamente elegidos (del arte plumario novohispano a un recuento exhaustivo de Rodríguez Lozano) con contexto y profundidad, museografía siempre discreta e inteligente y gran entusiasmo por la divulgación.

Bosco Sodi apareció como una estrella repentina y fulminante en el mundo del arte mexicano: de un día para otro se convirtió en uno de los artistas más cotizados del panorama nacional, con representación en muchas galerías de renombre en el plano internacional y una cantidad de recursos que dejaría anonadado a cualquier joven artista emergente.

bosco sodi

Foto: facebook.com/pg/munal.inba

En breve pisó fuerte en México: inexplicablemente, su primera exposición fue en la galería Hilario Galguera (comercialmente, un lugar de suma importancia, con la representación de Damien Hirst como estandarte) y a la brevedad estaba adornando las salas de San Ildefonso. A la par, creó el proyecto Casa Wabi, un espectáculo arquitectónico dedicado a las residencias artísticas en las costas de Oaxaca.

La extrañeza no viene de los celos (tan comunes en el mundo del arte), sino de la obra de Sodi. Más allá de su quizás evidente atractivo comercial y decorativo, ¿hay algo de mayor profundidad y reflexión detrás de esas piezas ultratexturizadas? Porque si desvestimos el trabajo de Sodi y lo planteamos, por ejemplo, como una reflexión sobre el color y la textura, ¿es su experimentación y ejecución similar a la de, digamos, Anish Kapoor, artista al que obviamente debe mucho? Para nada. ¿Hay algo más que producción material en su trabajo? Sus monocromos se asemejan más a un pequeño guiño de diseño que a una obra que reflexione sobre el medio en sí.

bosco sodi

Foto: facebook.com/pg/munal.inba

Ahí el tema: Sodi en ningún momento se cuestiona o cuestiona el espacio pictórico y conceptual que está trabajando. Ejecuta. Ejecuta cosas que le parecen espectaculares (y a sus compradores también), pero que no resuenan de forma crítica en el espacio del arte.

Por eso extraña, no sólo su súbito éxito, también su inclusión en el Munal con “Por los siglos de los siglos” (donde sus decoraciones convivirán- dialogarán con los cuadros de José María Velasco y piezas del siglo XVII, por ejemplo). Porque el Munal es un espacio en donde el trabajo reflexivo y de verdadera alternancia, del arte plumario novohispano a Rodríguez Lozano, ha tenido un empuje verdadero en los últimos años. Ojalá no veamos en breve aquí algún dibujo de Marilyn Manson.

Museo Nacional de Arte, Tacuba 8, Centro mar-dom 10-18 h, $60, dom gratis, del 30 de junio al 5 de noviembre