Muchos jóvenes artistas, incluso antes que buscar una obra bien lograda, están pensando en su valor monetario. La prisa es tal, que dejan de lado su formación y la consolidación de sus propuestas.

Esto hasta cierto punto es lógico. Los últimos diez años han sido cruciales para el desarrollo del arte contemporáneo en nuestro país. El boom del mercado global, con artistas como Gabriel Orozco y/o Damián Ortega en el mainstream internacional y el incremento de coleccionistas, han hecho que la escena se enriquezca y consolide, por ende los que tienen prisa para formar parte de ella.

Ante esta avalancha comercial, las instituciones culturales deben tomar una responsabilidad más activa y consciente. Con ese interés surge una alianza entre la Fundación BBVA Bancomer y el Museo de Arte Carrillo Gil que luego de un año de trabajo culmina con una exposición en el propio museo:

diez artistas —de diversas partes de la república— recibieron incentivos para el desarrollo y producción de obra

, asesoría de curadores, apoyo en la compra de equipo técnico, además de que participaron en actividades e intercambios con artistas y críticos locales e internacionales. Más allá de darles incentivos económicos, éste es un proyecto educativo que busca generar conciencia hacia la producción artística actual, sus complejidades y alcances así como las responsabilidades que como creadores tienen en estos tiempos. Los artistas seleccionados poco tienen en común, pero reflejan preocupaciones sociales aunque algunas versan sobre ciertas cuestiones formales del arte.

La exposición, curada Ruth Estévez del equipo del MACG, es el broche de oro a un proyecto educativo y de formación, que debiera servir como ejemplo para otras instituciones que se precian de apoyar el arte pero que más bien lo utilizan como herramienta de mercadotecnia social.

ANA ELENA MALLET está cocinando una lista de los mejores artistas jóvenes. Búscala en Chilango.