La autoficción ha ganado tanta popularidad porque permite a los lectores, morbosos empedernidos, asomarse a una vida que, en la mayoría de las ocasiones, es completamente distinta a la suya, y ser testigo de sus momentos más altos y también de los más bajos. Y es que, aunque el autor sea totalmente ajeno o diferente, los aficionados a este género se reconocen en cada uno de sus recuerdos.

Y uno de los grandes exponentes de este género es Manuel Vilas, quien resultó finalista del Premio Planeta 2019 con Alegría, cuyo protagonista es un escritor que, tras el gran éxito de su libro más reciente, se embarca en una gira mundial. Y en esta especie de diario se combina la faceta pública del autor (por ejemplo, con el relato de las presentaciones), así como las reflexiones que, en los momentos de privacidad, ocupan su mente.

Platicamos con Vilas vía email sobre la necesidad de volver al pasado, la importancia de la alegría en nuestras vidas y sobre el impacto que tiene y tendrá la pandemia del nuevo coronavirus en nuestra forma de relacionarnos.

Se tiende a confundir la alegría con la felicidad, pero una parece ser más personal y la otra es resultado de una imposición social. ¿Cuáles son sus principales diferencias según tú? 

La alegría es un sentimiento más primitivo y biológico, frente a la felicidad, que es un sentimiento creado por las circunstancias sociales y culturales. Prefiero la alegría.

¿Qué es lo que llena de alegría tu vida?

El sol, la luz, el agua, la belleza del mundo, respirar, sentir cerca el calor del verano, sentir a las personas que quiero.

¿Fue difícil trabajar en esta nueva novela después del gran éxito que obtuviste por Ordesa? ¿Cómo fue el proceso detrás de Alegría?

Alegría fue escrita en buena parte durante los viajes de promoción de Ordesa. Son dos novelas independientes, pero comparten los temas y mi manera de ver la vida. Yo sentí mucha responsabilidad después del éxito de Ordesa. Pero tenía que seguir escribiendo. Además, me di cuenta de que había muchas cosas de mi familia, de mis padres, que estaban por contar. De todo eso salió Alegría.

Hay algo de masoquista en estar volviendo al pasado constantemente, ¿por qué dependemos tanto de lo que ya no está?

Cuando una persona va cumpliendo años, se da cuenta de que la verdad de su vida se encuentra en el pasado. El pasado de cualquier ser humano es un misterio. En el pasado viven nuestros fantasmas.

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¿Crees que somos capaces de ser objetivos cuando volvemos a buscar en el pasado o simplemente lo recreamos como queremos de acuerdo con nuestras necesidades afectivas?

La objetividad, cuando hablamos de la memoria, es imposible. Pero nadie recurre a su memoria pidiendo objetividad. Buscamos respuestas. La objetividad de la memoria solo puedes encontrarla en los hechos. Los hechos, las fotos, los documentos sí son objetivos, pero no su recuerdo.

Quizás uno de los sentimientos que caracteriza más a las generaciones actuales es la melancolía. ¿Estás de acuerdo con esto? Si sí, ¿a qué lo atribuyes?

La melancolía no es mala, en ella hay conocimiento y sentimiento. El exceso de melancolía puede llevar a la depresión, que es lo que encontramos en las generaciones actuales: un exceso de tristeza, motivado por las condiciones laborales y porque el mundo se ha convertido en un lugar inhóspito.

¿Cómo explicas el gran éxito que ha tenido recientemente la autoficción?

Porque en la autoficción hay un clima de autenticidad, y la gente busca historias auténticas.

¿Hay algo de necesidad por confesarse en este género?

No lo creo. Lo que hay es una búsqueda legítima de la verdad. En mi caso fue eso: una búsqueda de la verdad, e intentar comprender mi vida.

¿Crees que la literatura, a diferencia del cine o la música, es una mejor herramienta para confesarse y para que estas confesiones encuentren eco?

Sí, porque es más directa, no puedes esconderte detrás de las imágenes o del sonido. La literatura no permite la abstracción, como es el caso de la música. El cine es más literario.

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En estos dos últimos libros (Alegría y Ordesa) da la impresión de que te has dedicado particularmente a buscar poesía en la vida diaria, yendo de lo personal o lo particular, para conectar con lo general. ¿Cuál fue el detonante de esta necesidad? ¿Piensas seguir trabajando por esta línea? ¿Estás escribiendo un libro nuevo?

La necesidad de encontrar belleza y humanidad en todo, incluso en las cosas más insignificantes. No sé muy bien hacia dónde irá mi próximo libro. El COVID-19 lo ha interrumpido todo.

Otro de los temas centrales de Alegría es la relación entre padres e hijos, quizás la más compleja de todas las que hay en la sociedad. ¿Qué es lo que más te interesa de este vínculo afectivo?

Yo quería mucho a mi padre y a mi madre. Tuve una infancia dichosa. Los quise y los querré siempre. Siempre estarán en mi corazón. Todos los días me acuerdo de ellos. Todo el rato me acuerdo de ellos.

La pandemia ha transformado por completo nuestra cotidianidad, y en particular la forma en que nos relacionamos. ¿Crees que las cosas volverán a ser cómo eran antes o habrá algún cambio? Según tú, ¿cómo la recordaremos?

Van a cambiar. Estamos viviendo tiempos terribles. Todavía no sabemos a qué nos enfrentamos. En España hay más de 14,000 muertos. No podemos salir de casa. La libertad ha desaparecido. Es un infierno. No sabemos cuándo terminará.