Este año la muestra de los monstruos coloridos sobre avenida de la Reforma se reinventó para dar paso a una nueva versión: alebrijes miniatura en el MAP.

La pandemia de covid-19 nos tiró uno de los eventos más esperados del año: el desfile de alebrijes monumentales en la CDMX. Pero no te agüites, seca esas lágrimas porque te llevaremos a uno de los barrios chilangos donde nacen estas increíbles criaturas.

Foto: Arturo Alvarado

El nacimiento de los alebrijes miniatura en la CDMX

Para hablar de una parte de la historia que rodea a los alebrijes, es necesario trasladarnos hasta Peñón de los Baños, pueblo de artesanos, sonideros y aguas curativas.

En este barrio, donde yace una de las principales raíces prehispánicas de nuestro país, es originario el maestro de Arte Popular Eduardo García Hernández, expositor y ganador de varios premios del concurso de Alebrijes Monumentales.

Foto: Arturo Alvarado

Tepetzingo: barrio de un alebrijero

De acuerdo con investigaciones del Instituto Nacional de Antropología e Historia, durante la época prehispánica, estos lares eran una formación rocosa, un islote en el Lago de Texcoco al que las y los habitantes de Tenochtitlán se referían como el Tepetzingo (pequeño cerro).

En este mismo espacio se cree que fue el punto donde se enterró el corazón del príncipe Copil, hijo de la gran hechicera y bruja, la diosa Malinalxóchitl y sobrino de Huitzilopochtli, quien mandó a darle cuello.

De esas tierras donde yacía el corazón del príncipe, brotó el tunal donde tiempo después un águila se posaría para devorar una serpiente (el resto de la historia ya tu sabes). Hasta el día de hoy, de ahí también brotan las fuentes de agua caliente que le dan el nombre al barrio y las cuales se estima por miles de testimonios, tienen propiedades curativas.

El maestro cartonero Pedro Linares López, creador de los alebrijes y a quien se le dedicó la Plaza Alebrijes de la alcaldía Venustiano Carranza, comenta que estos animales fantásticos representan los elementos agua, tierra, fuego o aire y tener dos o más partes de animales.

Foto: Arturo Alvarado

“Su fabricación consiste solamente en la destreza de las manos en contacto con el papel y cartón, para obtener la figura deseada y que se deba parar en su propio eje. Posteriormente es decorado dándole colores muy vivos”, asegura Linares, a quien en 1990 se le otorgó el premio Nacional de Ciencias y Artes en la categoría Artes y Tradiciones Populares, la más alta condecoración para artesanos otorgada por el gobierno mexicano.

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Seres mitológicos a escala

En los últimos 12 años, el Desfile de Alebrijes en la Ciudad de México, reunió aproximadamente 20 millones de turistas nacionales y extranjeros, quienes acudían para presenciar a las míticas criaturas inventadas por Linares, mientras estas desfilaban del Museo de Arte Popular hacia Paseo de la Reforma.

Foto: Arturo Alvarado

Para este año, con la intención de tirar esquina para que las medidas sanitarias de sana distancia se respeten, y a la par de mantener la tradición del evento, se llevará a cabo una exhibición compuesta por el trabajo de 80 alebrijeros, entre los que se encuentra Tepetzingo, el alebrije del maestro Eduardo García.

Para él es muy importante la visión y aportación de Linares, ya que bajo los códigos de respeto no escritos de los artesanos en México, antes de realizar alguna obra con una determinada técnica, se debe consultar con los maestros creadores para obtener el visto bueno de trabajar dicha obra y técnica, que en este caso fue Tepetzingo.

“Esta pieza está hecha con la técnica de papel y cartón sin ningún tipo de estructura adentro, está moldeado con las manos, se seca, se retira y se manipula hasta obtener la figura que deseamos. No tiene alambre, ni pasta, ni nada”, asegura.

Foto: Arturo Alvarado

Para Eduardo, Tepetzingo representa la reapropiación de la auténtica tradición que fue heredada por la familia Linares, desde la producción del alebrije hasta la construcción escultórica.

En su materialidad es la suma de una cabeza de jirafa, un jaguar con cola de ser mitológico, mientras que las alas son en realidad la cornamenta de un alce. Tiene dos cabezas por darle esa esencia fantástica. Los colores serán llamativos como lo marca la tradición.

El maestro artesano de Peñón de los Baños ha participado en las últimas diez ediciones del Desfile, obteniendo alguno de los tres primeros lugares o menciones honoríficas en cada una.

Foto: Arturo Alvarado

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Genealogía de un alebrijero

Eduardo, conocido también como Amorfo (así firma sus obras) es cuarta generación de artesanos del pueblo Peñón de los Baños en el barrio Del Carmen.

“Quiero empezar con mi bisabuelo porque cada generación de mi familia ha marcado una etapa. Él fue bailarín del carnaval Peñón de los Baños, era conocido como El Vaquero. Posteriormente llegan mi abuelo y mi abuelita para dedicarse al tema de las piñatas”, indica.

En la delegación Venustiano Carranza se ubica el mercado Romero Rubio, donde los abuelos de Eduardo vendían todas las piñatas que fabricaban.

Más tarde su padre comenzaría -con toda la influencia de trabajar el papel y el cartón- con la elaboración de Judas para la quema de Semana Santa, a la par de calaveritas, catrinas y máscaras de carnaval.

“Su fuerte eran las máscaras de animalitos, aquí en el barrio tenemos una cuadrilla que se llaman Los Animalitos, él hacía la mayoría”, asegura Eduardo.

La poderosa firma Amorfo

Con toda la carga simbólica familiar y el conocimiento de trabajar el papel y el cartón desde muy pequeño, es que Eduardo inicia a desarrollar un estilo propio que distinguiera a su pueblo.

“Mi generación aportó una técnica artesanal nueva, que es el papel encerado aplicado en máscaras. Consiste en darle una esencia al carnaval de Peñón de los Baños, el cual en casi 150 años de tradición no contaba con una máscara que fue originaria de aquí”, confiesa.

Foto: Arturo Alvarado

La máscara que se utilizaba durante los carnavales se traía de otros lugares, razón por la que Eduardo decidió desarrollar esta técnica que fusiona el papel y la cera, para darle ese sello a su pueblo y a su trabajo mismo.

“Levanté la mano a partir de prueba y error. Me inspiré de mi propia máscara de papel; del hecho de ver una abeja, del Día de Muertos, de observar lo que pasaba con una vela. Todo eso en conjunto me condujo a construir esta técnica que es única en México, y no lo digo yo, lo dicen otros maestros artesanos y compañeros”, destaca el artesano.

Foto: Arturo Alvarado

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La importancia de la memoria y la tradición

Los antepasados de Eduardo nunca tuvieron la intención de ser reconocidos por su trabajo, de hecho, ellos veían todas sus creaciones como parte de un proceso meramente laboral.

“Si no trabajábamos no comíamos, a ellos les tocó picar piedra bien fuerte, no como el día de hoy que haces dos o tres piezas y ya eres famoso. Ellos pasaron por muchos días grises, mejorando la calidad de su trabajo para atraer más gente”, confiesa.

Recuerda que aprendió jugando con su padre, que le debe a su familia y maestros artesanos lo aprendido, y por ello es necesario que cada una de las piezas que elabora, se hagan a partir de tener conciencia de todo ese pasado que le rodea y que de muchas maneras son parte de lo que es ahora.

“Yo tengo que viajar a los talleres de los maestros para saber de donde vienen las obras, y de ese caminar, de ese vivir y respirar su tradición desde sus talleres – que es una delicia-, es que yo también construyo”, concluye.

Del 17 de octubre al 15 de noviembre podrás disfrutar de la exhibición temporal de alebrijes miniatura en el Museo de Arte Popular.

El cupo es limitado, así que te sugerimos tomar precauciones para no perderte esta muestra de arte y color.

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