Bien dice el refrán “crea fama y échate a dormir”, y en Villa María llevan dormidos mucho tiempo (cosa que es buena dentro de esta analogía). Un lugar que hace ruido en el medio gastronómico por su buen ambiente dicharachero y que llegó para convertirse en hit entre la oferta (a veces no tan desmadrosa) de Santa Fe.

Así que ejecutivos, alégrense. Empiecen la tarde con un tequila y sangrita o una versión dulce en margarita de jamaica, por el efecto no hay que preocuparse que al centro hay totopos con salsa y la comida no se dilata en llegar.

El menú es prácticamente una guía de qué pedir y cómo. Para empezar: “Repartir y compartir”. Arráncate con unas tostadas de jaiba, servidas con la advertencia de la “picosísima salsa” (y no es mentira) y síguete con la sopa de tortilla Malitizín que tiene como distintivo el marcado sabor del epazote.

Una de sus especialidades es el chile relleno de queso de cabra que fácilmente se puede reemplazar con un corazón de filete de “Especialidad de la Hacienda de Canutillo”. Es un trozo de carne suave, acompañado con salsa de chile de árbol y una cama de papas.

En el apartado “Pa los chilpayates” hay exactamente lo que les gusta: dar lata… y también sopa de letras y pechuguita de pollo empanizada. Todo en porción y nombre diminutiva para los niños. El lugar está al interior del hotel Fiesta Americana pero eso no mella, para nada, en su servicio ameno.