A cargo del chef José Miguel García –mejor conocido por la Barraca Valenciana–, Teruel toma su nombre de una provincia de Aragón; esta es la primera vez que el cocinero apuesta por un restaurante de corte más sofisticado y de primera impresión, lo está haciendo muy bien.

La tinta culinaria que conforma su carta incluye algunos éxitos de la famosa tortería de Coyoacán, como los camarones cucaracha o las torrijas con frutos secos. Aunque la mayoría son preparaciones debutantes; tal es el caso de su deliciosa tártara de res o el sencillo, pero imponente, pedazo de chuletón. El menú también cuenta con un apartado de platillos de apapacho como las lentejas con foie que resultan en un paseo por la infancia –aunque una muy gourmet–, o las almejas caldosas que bien merecen el trabajo que implica terminar el plato debido al diminuto tamaño de los moluscos.

Las sensaciones positivas se extienden hasta los postres, que a pesar de ser simples, hacen feliz a cualquier alma golosa. Como el pastel cremoso de cajeta con queso y avellanas, que va a acompañado de helado de plátano.

De la decoración no hay mucho que decir, sólo que la terraza es el mejor lugar para estar. Sitio donde puedes observar la dinámica de Polanco sin sufrir el arrebato típico de algún vendedor. Ahí habita un pequeño mural del artista Manuel Larrea que presume el nombre del local y algunas líneas intermitentes de tonos grises, azules y violetas.

La propuesta de Teruel es sencilla, pero sin duda es un lugar donde se come bien. El restaurante llegó a la zona de forma muy sigilosa, pero no dudo que dentro de poco comience a hacer eco entre los foodies de la Ciudad de México.