Rokai es un lugar al que no puedes llegar de improviso, ya que es demasiado pequeño y, si vas después de las horas pico, lo más probable es que te quedes sin poder probar algunas de las especialidades.

Si conoces restaurantes japoneses, sabrás que casi todo lo que sale de la pequeña barra es frío (sushis, sashimis, makis…), de ahí que la extensión del restaurante, con una cocina y menú independientes, esté dedicada a las cocciones lentas y a los platos calientes, como ramen, noodles o gyozas, platos únicos y abundantes.

La otra cara de Rokai opera con los mismos principios de su antecesor: una barra pequeña, de cara a la cocina, donde puedes llevar lista de los humos y las ollas, y pocas mesas donde cabe de todo: grupos de amigos, familias con niños (felices,comiendo edamames), parejas de carrera larga, hay lo que hay y se acaba temprano.

Para darnos la bienvenida y preparar el estómago, llegó a la mesa una tacita con una margarita muy asiática, con yupi y calpis, y la orden de gyozas (trocitos de masa, que van de cuatro), rellenas de carne de cerdo y vegetales.

Voy a ser honesta, no soy una experta (ni obsesiva) en ramen, pero este Negi Cha-Shu Ramen me pareció redondo y reparador: un caldo profundo, medio dulzón, en el que flotan felices fideos, algas, trozos de pork belly que se desbaratan en la boca y un huevo cocido. Un gol.