No es ninguna casualidad que en un domingo este restaurante esté abarrotado. Tiene la fama de la sucursal en las Lomas como respaldo y varias cosas buenas para ganarse a los comensales.

El servicio es muy atento, hay el personal suficiente para atender la demanda sin descuidar las órdenes y la decoración le hace juego: bastante sobria y sencilla pero muy cómoda. No es muy grande, así que mejor reserva.

De la cocina, los mariscos a la mexicana son de lo más rico: el chicharrón de jaiba (hipertostado, crujiente y medio grasoso) es muy buena entrada junto con los tacos de camarón y las carnitas de atún, vienen con la piel tatemada, la carne muy cocida y un guacamole como pocos, con el toque de sal y limón justo y consistencia medio cremosa. El único peligro es que te puedes picar con los taquitos y no llegar al plato fuerte.

Si prefieres la carne cruda pide el mejor el atún a las brasas — a término medio—, la carne les queda tan suave que se deshace en la boca, apenas viene acompañada con aceite de oli, un toquecito de hierbas y un plato de papas fritas delgaditas y muy doradas; si lo prefieres puedes cambiar la guarnición por verduras (como espárragos al horno o a las brasas) y otras

Aunque es difícil llegar al postre, el pastel de elote vale mucho la pena; sobre todo si lo acompañas con un cafecito Diémme bien cargado (para compensar el dulce).

Si vas a pedir una botella de vino, prepárate para pagar la cuenta; los precios son elevados (ninguno baja de los $300 y hay algunas etiquetas con precios más accesibles en otros restaurantes) eso sí, la selección es amplia.