Es uno de esos lugares todo en uno: rosticero, bar, terraza, restaurante y espacio cultural para artistas de todo tipo. Como entre los socios hay periodistas, mucha de la bandita que se reúne es del medio y hay quienes dicen que se convirtió en el nuevo Covadonga, pero juzguen ustedes.

La comida es buena, tiene buen sazón, porciones abundantes y pan excepcional a precio accesible (combo difícil de encontrar en la Roma). Un ejemplo claro es que si pides papas al centro, no llegarán flacuchas y aburridas, serán gajos con perejil, parmesano, trocitos de tocino y salsa de tuétano, que resultan perfectas para picar mientras echas trago.

Sobre ese tema, es imprescindible mencionar que, además de los clásicos como el carajillo, le dan la vuelta hasta al agua del día, que puede llevar un toque de licor de Cassis. Y es que los socios buscaron a Víctor, quien fuera el bartender del desaparecido bar Rexo y lo trajeron de nuevo a escena. ¡Gran acierto!

La cocina está a cargo de Alberto Harwy, un chef joven que no se anda con rodeos cuando se trata de cocinar y sabe que su comida no está pensada para quisquillosos que no coman pescado, mariscos o carne. Es así que prepara desde un pulpo a las brasas con jocoque hasta un estofado de pecho de ternera en el rosticero. Harwy, además, tiene buen ojo para los proveedores, la chica que prepara el pan, por ejemplo, lo hace al carbón con quinoa y le agrega alioli, todo un deleite en boca.

Lo que nos encanta de aquí es que no tienes que disfrazarte para entrar ni pensar en llevar mucho dinero. La parte artística está muy bien curada, un día pueden invitar a cantantes de ópera, el siguiente, de salsa, y el próximo, de blues.