Los comensales se preguntarán qué tipo de comida hay. No es cocina española ni francesa ni italiana; es una propuesta en la que todo se vale. La idea del chef Pedro Martín es ir cambiando los platos según la temporada, como lo marca la tendencia.

Hay dos cartas, una en la terraza, pensada para el transeúnte, con unos esquites preparados con ajo encurtido de Murcia, aceitunas Kalamata de España, mayonesa casera, queso de Ocosingo y polvo de chiles y, para potenciar el sabor, hueso de rodilla y tuétano, son deliciosos.

En la carta de adentro –el salón principal– hay platos más elaborados. El sello de la casa es el lechón con papas, está prensado con una capa crujiente que lo convierte en el mejor lechón que he comido: cumple con ser suave, jugoso y hasta con un toque ahumado que, al mezclarse con las papas, deja un sabor persistente a carne de cerdo en la boca –imagina las mejores carnitas que has comido–. La opción sana es la ensalada Tomatl con una base de arúgula y quelites con siete variedades de tomate que espolvorean con queso fresco, también de Ocosingo.

Otro aspecto importante es la bebida. Si te gusta la ginebra, te recomendamos el Veloccino de Oro, un tonic con gin catalán infusionado con romero, aceitunas, limón amarillo y la tónica.

Para el postre, definitivamente, el Xocolatl, con flores comestibles y chocolate en diferentes consistencias: polvo, crema, líquido y panecillo terminado con un helado.

Este lugar pinta para ser una de las mejores aperturas del DF, donde cuidan cada detalle. La idea es que te dejes conquistar por la propuesta.