Las Islas Cíes son un archipiélago que pertenece a Galicia. Este restaurante es una muestra de su cocina, con un poco de por aquí y por allá del resto de España.

Si cabe alguna duda, en la entrada tienen tres patas de jamón: uno bellotero, otro serrano y otro jabugo (el más caro por arriba de los $600).

En una leída, su menú es prometedor: tienen todo un apartado de huevos rotos y un potaje diferente para cada día de la semana. Lo que decepciona un poco es el pan (importante para las primeras impresiones), que te traen para acompañar con alioli: rebanadas de una baguette de cosistencia chiclosa.

Esa primera impresión pasa cuando llegn las croquets con jamón: ocho porciones (de preferencia para compartir y luego seguirse con los pulpos a la gallega) con bechamel y una excelente guarnición de perejil y poro frito. Aunque vienen los tres separados, la combinación de la textura crujiente del perejil y lo cremoso de la bechamel es rica.

Luego pasamos a la sección de carnes, en la que se encuentra el solomillo, un suave corazón de filete. Aquí te dan tres opciones diferentes para salsearlo: queso, pimienta o reducción de vino tinto y tuétano. Nosotros elegimos la tercera porque el tuétano era tentador. La carne viene acompañada con puré de papa y espárragos. Una buena porción pero nada sobresaliente. Para acompañar tienen al copeo dos vinos tintos españoles, uno de la Rioja y el otro de la Rivera del Duero Martin Verdugo.

De postre nos dieron unas ricas fillas con manzana y trozos de guayaba y un equivalente a las crepas rellenas de una compota de manzanay trozos de guayaba fresca; un postre caliente que se sirve con helado.

Algo que no tiene falla es el servicio; los meseros son muy atentos (aunque un poco nerviosos) desde la recepción hasta la despedida. Lo único que hay que reprocharles es la selección musical. Digamos que ciertos elementos del pop nacional resultan indigestos para la comida española. Aunque sea cliché, extrañamos un poco las guitarras del flamenco.

El lugar está ubicado en una zona poco transitada de Polanco (una casona que antes albergó el restaurante francés L´Artichaut) y la terraza es de envidia; no vas a sentirte comiendo a la mitad de la banqueta, sino en el patio de una antigua casa. Al interior hay una zona con periqueras si lo que quieres es un tapeo más bien informal.