Una gran cava en acero inoxidable y vitrinas iluminadas separa la entrada del gran salón.Es lo primero que uno se encuentra en esta ejecutiva sucursal del Guria en Santa Fe.Ejecutiva de alto nivel, es preciso decir, aunque entre semana se dan sus vueltas algunas señoras de las Lomas, emperifolladas en Burberry y Carolina Herrera.

La decoración, ad hoc con la moderna zona, es una reinterpretación de la antigua arquitectura vasca: colores neutros con paredes de piedra caliza y madera de caoba, con sillas forradas en piel y altos techos que dejan sentir el lujo en los espacios. Aquí la tradición es la comida española, sin embargo, el menú presenta opciones comocangrejo de Alaska o filete de pescado a la veracruzana. A las gambas al ajillo, la chef decidió agregarles chile verde fileteado, que le da un ligero e interesante toque picante al aceite de olivo. Para quienes gusten de ella, la morcilla es excelente.

Uno de los platillos más pedidos es el bacalao del chef. Dos pequeñas lonjas de pescado, la primera al pil pil, con una salsa a base de gelatina de bacalao con sofrito de ajo y aceite de oliva, y la segunda a la vizcaína: jitomate, cebolla y hierbas finas con bastante ajo.

La carta de vinos, sobre todo españoles, ofrece cosechas, crianzas y reservas de la Rioja y Ribera del Duero en su mayoría, aunque con unos ejemplares delPriorat, Penedés y Cataluña, Somontano, Castilla y Toro.No hay que perderse el helado de turrón como postre.

Al venir al Guria uno debe estar dispuesto a pagar por el lujo del lugar y el refinado (señoril, agregarían algunos) ambiente, quizás más que lo exquisito de la comida.

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