Café Pendiente no es algo nuevo. En Nápoles, Italia, comenzó en 2008 y a la fecha es algo normal que la gente pague un café o platillo para alguien en situación de calle o pobreza, nos contó Fabiola Khun, promotora de la iniciativa en México.

En nuestro país, el proyecto llegó en abril del 2013 pero tuvo poco impacto. Sólo participaban 10 establecimientos del DF, Guadalajara y Tijuana. No obstante, Fabiola relanzó la iniciativa cinco meses después, y en septiembre Café Pendiente México ya contaba con una mejor estructura basada en la experiencia argentina: un website con instructivo, logotipo, pósters, lista de los lugares y una carta de principios con la cual se comprometen a entregar todo lo que la gente deja pagado.

Sin embargo, los dos primeros meses fueron los más difíciles, “le escribí a varios establecimientos en twitter y nadie me pelaba”. Fue hasta diciembre que el movimiento ciudadano se viralizó y la cantidad de participantes aumentó hasta llegar a 210, aunque la lista sigue en crecimiento pues “cada semana se unen 30 que ya cumplen con los requisitos, por lo que para final de año esperamos tener mil 500”. Cabe destacar que la ciudad de México es la que más establecimientos con Café Pendiente tiene, 45 en total, seguido por Jalisco y la Comarca Lagunera.

¿Cómo funciona?

La idea es que la gente llegue a un establecimiento participante y deje un café, taco o torta pendiente. Después, los dueños del lugar se lo dan a alguien que se acerque a pedir limosna o a una persona que vean en situación de calle. “El trabajo de difusión le corresponde a los que trabajan en los restaurantes y cafeterías o de boca en boca, pues tú como comensal puedes pedir un vale de lo que dejaste pagado y entregárselo a quien tú quieras”. Además, si el establecimiento tiene muchos “pendientes” sin entregar, los juntan y se van a repartirlos al parque más cercano o a un hospital o asilo.

Para Fabiola Khun, México ya estaba listo para este tipo de iniciativas a pesar de que el tema de la desconfianza aún es grande. “El movimiento es simple: tú das dinero y luego ves al chico que te vendió chicles tomando un café a lado de ti, es un cambio de cultura en el que la sociedad se vuelve más incluyente con la gente que antes era invisible”. Por otra parte, la promotora confía en que esto no se quede en “moda”, para ella el reto más grande es que en tres años los establecimientos se sigan uniendo y esto se vuelva un estilo de vida.

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