Contaminación visual, accidentes y reglas poco claras, son algunos de los ingredientes con los que las vallas publicitarias se sirven de las construcciones en proceso para sostener su negocio, al amparo del desinterés político. Lean este reportaje de la Revista Obras de Grupo Expansión.

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Hace 12 años que las vallas publicitarias tapizan el Distrito Federal y las principales ciudades del país. Desde que este tipo de publicidad exterior empezó a aparecer como maleza sobre las banquetas en México, ha traído consigo una serie de problemas urbanos que van desde la contaminación visual y la invasión de espacios públicos hasta la incidencia en 14% de los accidentes viales en la capital del país.

Al amparo de una ley que opera en la Ciudad de México, los principales empresarios de las vallas publicitarias –Grupo Vallas, fundado por Mariano Menéndez y ahora dirigido por su socio Pablo Martos; Grupo Rentable, de Ricardo Escoto– operan su negocio con reglas poco precisas para con los constructores, ya que las obras en proceso son algunos de los lugares ‘regulados’ para exhibir este tipo de anuncios publicitarios.

Lo que en primera instancia suena como una doble conveniencia, al ‘ahorrar’ al constructor el costo de una barda exterior en un proyecto en construcción, y el beneficio para quien la pone de usufructuar el espacio, puede devenir en infracciones, adeudos y responsabilidades administrativas, pues cuando las vallas no cumplen la reglamentación, la ley no sólo contempla sanciones para la empresa de publicidad exterior, también para el que contrata el anuncio y para el dueño del inmueble o desarrollador del proyecto.

Del otro lado de la historia, están los funcionarios delegacionales y capitalinos que, por una parte, prestan poca atención al problema que generan las vallas, pero que se beneficiaron de este tipo de publicidad en el pasado periodo electoral.

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