Viejos, los cerros, y reverdecen

Cuando Héctor Lozano se hizo cargo de la administración de la Unidad Habitacional IMSS Narvarte –mejor conocida como “la de SCOP”–, sabía que había un serio problema de finanzas. Así que de inmediato fue a registrar su administración ante la ProsocDF.

La unidad es inmensa: un complejo donde viven unas 490 familias en los más de 40 edificios que, a simple vista, parecen abandonados y que tuvieron mejores épocas pese a que hay personal, pagado por los vecinos, barriendo las áreas comunes. Hace unos años, los problemas financieros de la unidad eran tales que llegaron hasta los medios. El periódicoLa Jornadareportó que la extinta Compañía de Luz y Fuerza del Centro amenazaba en 2005 con cortar el suministro eléctrico de toda la SCOP por un adeudo que rebasaba los 400 mil pesos.

Pero eso fue hace varios años. Ahora sus habitantes deben pagar un mantenimiento mensual de 100 pesos; aunque parece bajo, hay quienes no lo dan. De hecho, su cartera vencida es de más de 40%, es decir, casi la mitad de quienes viven ahí no aportan su cuota de mantenimiento pese a estar obligados a hacerlo. Es un problema común entre vecinos de condominio en todo el DF. Las quejas que recibe la ProsocDF por esta causa representan 63%. En números llanos fueron 4,216 casos en 2013.

Antes de que llegara Héctor, en la planta baja del edificio 16A de la SCOP había dos bodegas abandonadas llenas de basura y triques inservibles. Ahora, en ese par de salones están su oficina y, como sobró espacio, una biblioteca muy precaria armada con libreros desiguales y libros viejos. Las paredes de la biblioteca tienen adornos sui géneris: unos carteles grandes con la relación de vecinos que tienen algún atraso en sus cuotas de mantenimiento y otro más con la lista de personas a las que ya se les inició un procedimiento legal para obligarlos a pagar. La suma de los adeudos llega a casi 200 mil pesos. «Y ésa es una parte –dice Héctor–, son los que nunca pagaron en administraciones pasadas».

Hoy fue un día ocupado: como Héctor restringió el suministro de gas a varios inquilinos que no han pagado su mantenimiento, espera que varios se acerquen a la administración para reclamar o intentar que se les reinstale. Puede hacerlo porque uno de los beneficios de tener una administración registrada ante la ProsocDF es la posibilidad de celebrar convenios con las empresas que suministran los servicios básicos –excepto el agua– aun cuando los inquilinos estén al corriente con los pagos de esos servicios.

En la unidad de SCOP los problemas por la falta de pago de mantenimiento van desde que algunos días no pueden solventar el servicio de recolección de basura, que se acumula hasta que reúnen el dinero suficiente para pagar por que se la lleven, hasta que algunos edificios tienen filtraciones o que ciertas tuberías de drenaje no sirven.

Y algunos otros edificios están ladeados a causa de que los vecinos acumulan basura y cascajo en los sótanos que los mantienen nivelados. Otros tantos están completamente a oscuras porque las instalaciones eléctricas son demasiado viejas y provocan cortos que no pueden ser reparados porque los vecinos que viven ahí decidieron no pagar.

Pero lo que más les ha funcionado es cortar el suministro de gas. Mientras platico con Héctor, una señora pide hablar en privado con él; le suspendieron el gas y explica que tiene un familiar enfermo y se compromete a pagar el mantenimiento lo más pronto posible. Héctor asiente con la cabeza y le pregunta en qué departamento vive y lo anota. «Cuando vienen con una problemática de esa naturaleza, ¿qué haces? –pregunta Héctor– Pues ayudarlos».

Él atribuye la apatía de los vecinos a que durante mucho tiempo hubo un grupo que hacía y deshacía la administración en el complejo. «Los señores que más hablan eran los que mandaban y, obviamente, jalaban a sus allegados», dice.

Según el especialista de la UAM, Manuel González Navarro, en cada edificio o complejo habitacional los grupos de vecinos se forman para lograr una diferencia de poder entre esa misma comunidad, generalmente basada entre individuos con un mismo tipo de poder.

«Los más solventes, por ejemplo, se juntan y rechazan a los menos solventes y éstos, a su vez, hacen lo mismo, establecen subgrupos y de alguna manera establecen criterios, normas y valores que son diferentes. Y eso no sólo dificulta la comunicación, sino el establecimiento de reglas comunes para todos», dice el especialista.

Pese a esto, y a los muchos problemas y la molestia que existe de parte de vecinos por aquellos que no pagan mantenimiento, pocas veces se han llegado a enfrentar. Héctor, como administrador, ha tenido que mediar esos conflictos. «Me he dado cuenta de que la gran mayoría de nosotros no queremos involucrarnos en problemáticas que no nos afectan directamente», dice. No obstante, él confía en que la unidad de SCOP puede mejorar.

Espera un apoyo económico que la ProsocDF proporciona a los complejos debidamente registrados y que presentan un grave deterioro. Así podría echarle una manita de gato a la unidad y recuperar un poco de su brillo original.

El mejor amigo del hombre

Diego y Óscar bien podrían ser mejores amigos: a ambos les gusta el futbol, le van al Atlante y les gustan mucho los perros.

Se mudaron al mismo condominio en la delegación Miguel Hidalgo hace un par de años. El complejo estaba recién construido; cuatro torres pequeñas de departamentos con jardines al pie de cada edificio. Diego vive en la planta baja y Óscar, en el piso de arriba. Sus departamentos son iguales, incluso comparten la misma distribución.

Trabaron una incipiente amistad porque Diego tiene un pitbull gris, “el Mike”, un perro amistoso que a Óscar le gustaba admirar. Los primeros meses de convivencia fueron normales: se saludaban cuando se veían e, incluso, se detenían para platicar sobre futbol. El problema comenzó cuando el Mike se volvió un estorbo en el departamento de Diego y a él se le hizo fácil amarrarlo en el jardín frente al edificio adonde viven. «Así comenzó a apoderarse de un área común para convertirla en una extensión de su propiedad», dice Óscar. El perro empezó a ser un problema para él con el paso de los días: el animal comenzó a hacer sus necesidades en el jardín y, en temporada de lluvias, el olor de sus heces sube directamente por su ventana. Y como pasaba más tiempo amarrado, se volvió agresivo. «En realidad nunca ha mordido a nadie, pero cada vez que pasas junto al jardín ladra e intenta morder. Y un buen día el bendito perro acabará por lastimar a alguien», dice Óscar, molesto al platicar su problema.

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