Separados por más de 60 años, la tribu rockabilly de la Ciudad de México se alista a rendirle tributo a Elvis Presley, a Buddy Holly y a Dámaso Pérez Prado. Y es que la música de los años 50 en México se vio marcada por el mambo, el cha cha chá y, ya a finales de la década, por los nuevos ritmos: el rock & roll, el swing y el twist, censurados por las buenas conciencias, pero que se convirtieron en signo de rebeldía de los jóvenes.

Estos ritmos, tan dispares entre sí, eran obligados para los jóvenes en las fiestas cincuenteras. El mambo y las grandes orquestas dominaron la primera década y no fue sino hasta 1957 que llegaron los primeros viniles de Elvis.

Pioneros como Juan García Esquivel o Pablo Beltrán incorporaron el ritmo frenético del rockabilly a su repertorio; la estética de crinolinas y copetes contrastaba con el “qué rico mambo” y “El Ruletero”. Según Federico Hernández, de 71 años de edad y asistente al festival “Crinolinas, copetes y recuerdos” de la UNAM, todos los jóvenes se vieron atraídos por el sueño rocanrolero, pero en la calle seguías bailando cha cha chá.

“Uno vestía con chamarra de cuero y las mujeres con grandes faldas. Pero si querías amarrar a una chica en la fiesta, tenías que entrarle al mambo. En una reunión podías vestir con copete, pero había quien llegaba vestido de pachuco y era normal: no sabíamos muy bien cómo definirnos. Pero eso no es raro: igual hoy ves un montón de modas mezcladas”.

Hoy, con más de medio siglo de distancia, es muy difícil definir la estética de esta época ¿chamarra de cuero y copete? ¿crinolina y mascada en el cuello? ¿sombrero con pluma y cadena en el bolsillo?. Pero al final eso no importa: amamos los años 50 por su música y por ser la década en la que el rock invadió nuestro país.