El Paseo de la Reforma es testigo de la vida nacional: además del tráfico cotidiano, por su cauce ocurren marchas, celebraciones futboleras, desfiles militares, ciclotones y hasta recién casados que se toman fotos en el Ángel.

Reforma ha sufrido transformaciones al gusto de sus gobernantes: Maximiliano, aristocrático, la mandó a hacer para su uso personal; Juárez, populista, la abrió a todo público, mientras que Díaz instaló lámparas afrancesadas y la cubrió de árboles.

Hace poco más de una década, que el Gobierno del DF inició una etapa de remodelación constante, con cambio de adoquín, jardineras y plusvalía comercial —con la construcción de las edificios más altos del país y de Latinoamérica—.

Reforma marca el ejemplo de lo que, en cierto grado, tendría que ocurrir en las calles de todo México: se promueve el uso de bicicleta, se desterró a los microbuses y se ha embellecido mediante exposiciones, ferias y esculturas como Alas de la Ciudad (emblemático tomarse una foto con las alas de fondo). Sin exagerar, el Paseo de la Reforma es la avenida más culturalmente activa del país. Es la más cuidada, consentida y sobre todo, caminar por ella brinda un sentido de orgullo y pertenencia.

Entre Bulevar Manuel Ávila Camacho y avenida Juárez.

Fotos: Alex H.O, Getty Images, Javier Rincón, Héctor Barrera y Alejandra Arango