A todos, sin excepción, nos preguntaron alguna vez, ¿y tú qué quieres ser de grande?, y contestábamos: bombero, astronauta, doctor, barrendero, presidente o policía. La triste realidad es que pocos continuamos con ese sueño de la infancia y ahora trabajamos en cosas poco aventureras.

Seguramente te pasa que cuando pasas cerca de una estación de bomberos o de un barco de marineros recuerdas tus sueños guajiros de convertirte en héroe de cómic de acción. No sería nada raro que de pronto, sintieras una necesidad incontenible de usurpar el lugar de esa persona. ¿Por qué no hacerlo?

Por una vez en tu vida, la idea de convertirse en un sujeto verdaderamente intrépido suena atractiva para dejar atrás tu perfecto traje de abogado o la bata de doctor.

Imagina lo que se sentirá desafiar las alturas y balancearte de edificio en edificio cual Spiderman. La Ciudad de México se ve microscópica desde la punta de las altas construcciones de Santa Fe. Sin duda, eso es lo que perciben diariamente los limpiavidrios de esos rascacielos, que con valentía y agilidad trepan, en enclenques “elevadores” hechos de reata y madera, los lugares más inaccesibles de esta monstruosa ciudad.

Subes el elevador de esa lujosa torre y sientes la adrenalina correr por tus venas. De pronto el timbre del elevador rompe tu idilio y comprendes que has llegado a la azotea. Te pones el Jumper gris y sales cuidadosamente por una de las ventanas agarrándote como puedes de las cuerdas. Sientes cómo te pega el aire en la cara, como si volaras al estilo de Superman, y miras sigilosamente hacia abajo mientras experimentas la sensación de vacío en tu estómago, pero sobre todo la de libertad, esa palabra que llevas años sin sentir al 100%.

Para otras personas esto podría parecer espantoso, pero es todo lo contrario, porque percibes lo libre y ligero que eres. Te balanceas y sacas tus instrumentos de limpieza, pensando en que esos vidrios serán los más resplandecientes de toda la capital. Esa es tu misión y estas comprometido a cumplirlo por el bien de la humanidad. Continúas y por vez primera te percatas de cómo van pasando los aviones, muy cerca, en el reflejo de los cristales…

Seguramente esta idea es suficiente para que te preguntes, ¿por qué no echarle sal a la vida?

¡Hazlo!, vive ligero, desafía la vida y si puedes intenta tocar el cielo.