Durante cuatro años entrevisté al contingente devocional que acude al templo de San Hipólito y San Casiano los días 28. Hablamos sobre milagros y fe, sobre las peticiones más socorridas (salud, trabajo y dinero), sobre la historia ambigua del santo (que llega a confundirse con Iscariote: el traidor); pero ante todo hablamos sobre los miedos y los prejuicios sociales que los rodean.

Quise comprender en su propia voz a la banda joven que acude mes con mes a la celebración de Tadeo y en las respuestas encontré una asimilación entrona de la descalificación social: “No me molesta que me digan chaka, eso soy”. Y sólo entonces tuve claro que en cada respuesta de los devotos subsistía una reacción ante el desprecio: “en la calle me gritan pinche naco de mierda(por como me veo), pero yo tranquilo, no me importa lo que digan, que si soy drogadicto, que si soy ratero”.

Tal como se explica el lema black is beautiful, promovido por el movimiento negro en los Estados Unidos durante los años 60, o bien el llamado gay pride (gay is good), la inversión de los estigmas es una manera de apropiarse de los elementos ideológicos de la discriminación. Cuando aquello que ofende se convierte en bandera, la identidad se revela como triunfo. Y quizá aquí es donde podemos entender la postura y la apariencia temeraria de los sanjuderos.

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Jesús Pedro: Yo no quiero ser como tú

Jesús Pedro es devoto de San Judas Tadeo (SJT) desde hace 22 años. Su creencia comenzó justo cuando “estaba en búsqueda de consuelo” por la muerte de su madre. Es empleado del gobierno federal y en su tiempo libre realiza limpias y curaciones chamánicas. Su testimonio tiene como trasfondo una serie de calificativos y sensaciones con que suele hacerse referencia a los devotos jóvenes de SJT en la ciudad de México: chaka, naco, ratero, drogadicto, reggaetonero; asco, repugnancia, repulsión, desagrado.

Para Jesús Pedro, la devoción de los jóvenes a San Judas Tadeo es una forma de manifestar su desacuerdo, de decirle al otro: “no quiero ser como tú”. Para él, el look es un símbolo para desafiar la autoridad y para cuestionar la legitimidad de los moldes. Se trata de un enfrentamiento y como tal entiende la respuesta (el rechazo) de la sociedad:

¿Te has preguntado qué dice el chavo que va a San Judas Tadeo? Fíjate bien, él te lo está diciendo, te lo está manifestando: Yo no quiero ser como ese pinche niño bonito, porque no me interesa serlo. No me interesa. O sea, no me interesa ser como tu modelo cabrón… No, pérate cabrón, pus si yo quiero andar con pantalones bien pinches pegados, quiero andar tatuado, quiero andar rapado, quiero drogarme.

“Tú no me lo puedes impedir, ni tampoco tú me puedes impedir que yo vaya y le pida a Dios. Ora sí que tú quién eres. Tú eres un igual a mí. Tú eres un humano cabrón. O sea tú te haces a un lado. Yo voy con el Dios, o yo voy con el hijo del Dios, o yo voy con el apóstol que yo quiera… y él me va a escuchar.

“Mi relación es entre San Judas Tadeo y yo. Ya el determinará: tú pinche rata no, o tú pinche empleado no. Él lo va a determinar. Pero toda la estructura religiosa, el sacerdote, todos esos cabrones, ellos no me impiden… Y ése es el gran enfrentamiento que tenemos los devotos con ellos. Ellos no nos pueden impedir de adorar a San Judas Tadeo.”

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Antonio: Allá ellos

De manera similar, Antonio (17 años, tatuador de Tepito) conoce bien las ideas negativas sobre los sanjuderos. Trata de no hacer caso de ellas. Tampoco de las agresiones que ha sufrido mientras va en peregrinación a San Hipólito. Resiente las miradas, las ofensas, las provocaciones. Algunas veces no logra contenerlo, responde de igual forma. Luego se reincorpora, fija de nuevo su objetivo: ir a San Hipólito. Su grupo se tranquiliza entre sí; repiten: “a lo que venimos”. No entiende por qué la gente lo tacha de “mariguano”, “mugroso”, “naco”. Termina diciendo que no le importa, pero se le nota confundido:

“Nos ven y dicen: ‘ahí va ese guey a drogarse, es ratero’… y yo los tiro de a locos. Allá ellos ¿no? ¡Que piensen lo que quieran! Nosotros vamos a lo que vamos y ya. ¡No nos importa lo que digan! Si sí se siente: tan sólo cómo se te quedan viendo, cuando nos vamos todos juntos caminando. Sí pasan y nos gritan y acá: ‘pinches mugrosos, pinches nacos’. Luego también pus sí la banda se enoja y les empiezan a aventar piedras. También es lo que yo digo: ‘Ellos son los que provocan’. Uno que va ora sí que normal, no se mete con nadie… y ves gueyes re locos. La banda nos dice: ‘ustedes ni los pelen, ustedes tranquilos, a lo que van, vámonos relax, todos tranquilos’. Si se siente la mirada, luego-luego te das cuenta en la forma como te ven, te discriminan ¿no?… ah pinche mugroso, ya se va a ir a drogar. Yo como si nada. Es que no se dan ni cuenta bien… de cómo son las cosas. Nomás por unos que vienen acá ya piensan que todos son igual. Y sí… pus ya, ya queda en ellos. Y pus ya mientras yo sepa que voy bien, que estoy tranquilo pus ya… no me importa lo que digan. Allá ellos ¿no?”.

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Christian: No me enoja que me digan tepiteño o chaka, lo soy

Para Christian, se trata de miedo. La gente –sobre todo otros jóvenes– rechaza a su grupo por temor. Son muchos y se visten al estilo reggaetonero. Son conscientes que se les generaliza como rateros y provocadores por el look que los ornamenta. No le enoja que le digan tepiteño ni chaka, pues así se considera. Pero a veces sí reacciona, entra en trifulcas, como la que lo llevó a la Comunidad de para Adolescentes en Conflicto con la Ley, antes llamada Tribunal para Menores o Tribilín. Respondió a las agresiones de un grupo de porros llamado “matachakas” y ahora espera que lo absuelvan. Con los adultos dice no tener problemas. Considera que no lo ven con malos ojos:

“Por lo mismo que andamos en bola, que somos muchos y cotorreamos, y pues que luego hay unos que sí son rateros y todo eso… por lo mismo nos tienen miedo. Piensan que todos somos iguales. Cuando la gente ve a una bola así se espanta, les metemos miedo. Es por lo mismo que se hizo la fama de que los devotos de San Juditas son gandallas. No me enoja que me digan tepiteño o chaka, lo soy. Yo digo que (un chaka) a la gente se le hace diferente, le extraña y así, y como no había visto muchos chavos así, pues ya empiezan a decir que nacos, que chakas. Ora si que si una gente normal te ve así (mal) pues no haces nada. Pero si ya van otros con otros grupos sociales, como no sé… rockeros, te empiezan a decir así, te empiezas a bravear, ora si que a la gente común no la tomas en cuenta. Yo no siento rechazo de los adultos”.

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¿Y tú, los respetas, los discriminas o los amas?

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