Todos suponemos que una lección provechosa es aquella en la que, tanto el alumno como el profesor, coinciden y aprenden con facilidad. Sin embargo, parece que el sentido común está completamente equivocado, así lo comprueba un experimento realizado por psicólogos de Princeton el año pasado. El estudio conducido por Diemand-Yauman, Oppenheimer y Vaughan indica que los obstáculos y dificultades con las que se aprende afectan a largo plazo de manera benéfica en la educación.
Estudios anteriores habían mostrado que el material más difícilmente aprendido y aprehendido era más benéfico para la memoria: “La letra con sangre entra”. Tal conclusión se sustentó en el hecho de que a mayor dificultad, mayor compromiso cognitivo, el cual provoca una apropiación mucho más profunda de la información, la cual a largo plazo profundiza más los conocimientos, haciendo más fácil su retención y recuperación.
Sin embargo, lo más interesante de este nuevo estudio es que las dificultades y obstáculos no necesariamente tienen que ser conceptuales. En el experimento se dieron lecciones idénticas a grupos experimentales con tipografías difíciles de leer (negritas e itálicas) y a grupos control con tipografías fácilmente legibles (arial, helvetica). Sorprendentemente, los grupos a los que se les dio el material con tipografías difíciles, recordaron y entendieron mucho mejor la información después.
Tal estudio y otros similares, más allá de lo controversiales que puedan ser, establecen nuevas posibilidades de integrar forma y fondo, no solo en el diseño editorial, sino en todo el proceso de diseño de la educación. ¿Podríamos pensar en una nueva especialidad del diseño enfocada a la educación? Las posibilidades son infinitas y su uso inteligente podrían ser determinantes en la superación de los límites de la educación, más allá de los obstáculos económicos.