Ya no somos unos escolares, pero las vacaciones de verano se sienten en el aire –aunque a ciencia cierta no tengamos vacaciones ni sepamos cuando empiezan ni cuando terminan–, hay una serie de mensajes que nos hacen saber que están ahí. Aunque no todos son muy gratos que digamos, otros nos hacen el día. Aquí una lista de cosas que odiamos y amamos de las vacaciones de verano.

Lo que amamos:

– Quienes tienen hijos se pueden levantar más tarde: ya no hay que despertar temprano para alistar a los peques y arrearlos para llevarlos a la escuela. Una horita más de sueño que nos viene muy bien.

– Ya no tenemos que lidiar con el tráfico de la mañana, ni con las señoras estacionadas en doble fila y los camiones escolares en tripe fila. Las zonas escolares se han convertido en un pequeño paraje desierto.

– Los fines de semana se ha vaciado un poco la ciudad. Con eso de que hay que entretener a los hobbits, muchos optan por llevárselos de fin de semana, lo que hace posible disfrutar, a ratos, una DF medio vacío.

– Los campamentos de verano. La persona que los inventó debería recibir el Nobel de la paz. Porque esos pequeños campos de concentración recreativa para niños le han hecho la vida más feliz durante el verano a millones de adultos.

Lo que odiamos:

– Como ahora no tienen escuela, los hijos, primos, hermanitos y cualquier familiar pequeño que tenga tiempo libre ahora busca ocupar ese tiempo con su papa, tío, primo que es adulto y tiene trabajo pendiente.

– Cualquier lugar que implique diversión y entretenimiento para todo público ahora está atascado. Intenten ir al cine por la tarde y verán de qué hablo. Intenten comer en un lugar familiar y será igual.

– Hay que hacerla de payaso. He dicho, anteriormente, que de tanto tiempo libre los niños se aburren al grado que el viejo truco de “ve a ver televisión”, ya perdió su efecto. Ellos quieren atención y la quieren ahora.

– Que la cartera adelgaza bastante. Una de dos, o tienes hijos y gastas más en entretenerlos o no tienes hijos y gastas más en sobornar a tus primitos, hermanitos, cuñaditos para comprar un poco de paz.