El terremoto del 19 de septiembre fue un evento que nos tomó por sorpresa. Los chilangos más viejos recordamos que antes de él, las bisabuelas contaban del terremoto que tumbó al Ángel de la Independencia de su columna, en los años 50. Pero hasta 1985 no nos dimos cuenta qué tan catastrófico podía ser.

Toda la tarde de ese jueves nos fuimos enterando -algunos directamente y muchos en las noticias- que gran parte del Centro estaba destruido. Sin embargo, el sismo del 20 fue mucho más aterrador: el efecto psicológico del día anterior continuaba entre los capitalinos y la palabra “réplica” no estaba en nuestro vocabulario. Para Jorge Zúñiga, monero capitalino esa noche fue “lo más cercano a una película del fin del mundo que haya vivido”.

¿Qué pasó esa noche del 20 de septiembre? ¿Por qué pocos mencionan ese sismo? Preguntamos a varios chilangos qué fue lo que pasó ese día y esto fue lo que nos contaron:

Rosalía Guerrero, Bióloga

“El día anterior vi por las noticias lo que pasó con la ciudad. No lo podía creer: yo vivía por el rumbo de Mixcoac y allá no pasó gran cosa, más que alguna cuarteadura en el techo. Todo el 19 y la mañana del 20, la gente no dejaba de hablar de lo que había que hacer. Muchas familias se juntaron para platicar del plan a seguir y de los rumores que había: la mía se juntó en mi casa, con tíos y familiares. Fue cuando comenzó la réplica, todos gritamos cuando los ventanales comenzaron a crujir y pensamos que se nos caía el edificio. Sentí que duró más que el anterior, la gente lloraba pero extrañamente nadie se salió, solo nos abrazamos. La luz se fue y cuando terminó salimos a la calle en medio de gente que rezaba y se arrodillaba”.

José Marín, Sismólogo

“Cuando fue el terremoto, yo estaba en la facultad de Ingeniería. Creo que eso fue lo que hizo decidirme a trabajar en esa área. Fue terrible: el 19 me tomó por sorpresa en la calle y se cayeron algunos edificios junto a mí. Las piernas se me hicieron de chicle y ya no me respondieron: tuve que arrastrarme -literalmente- a un poste de luz para poder levantarme. En mi calle se formaron brigadas para mover escombros: la réplica del 20 me tomó por sorpresa encima de un edificio caído en Tlatelolco. Sentí que iba a quedar enterrado. Afortunadamente no fue así, pero los escombros se asentaron y fue mucho más difícil rescatar a la gente que estaba atrapada. Fue tristísimo”.

Édgar Méndez, Laboratorista

“Yo estaba en una fiesta. Después del terremoto del 19, un amigo dijo ‘¿para qué estar tristes? Vamos a hacer pachanga’. Muy dudosos, fuimos. Estábamos echando chelas cuando comenzó la réplica y todo adentro de su departamento comenzó a caerse. Patas para qué las quiero y salimos empujándonos por las escaleras. Viéndolo a la distancia me doy cuenta que eso de ‘no corro, no grito, no empujo’ sí sirve porque ese día pasábamos encima de todos, lo importante era salir. Neta sí fue espantoso”.

Jorge Flores, Ingeniero

“Verás: la noche del 20 estaba en el Aurrerá, que era un supermercado viejo. Los rumores de que la comida iba a escasear estaban muy duros, así que mis papás sacaron sus ahorros y fuimos a surtirnos. Fue cuando comenzó la réplica. Todo se cayó de los anaqueles, mis papás corrieron por los pasillos. Era un caos: la gente tomaba lo que podía en sus brazos, recuerdo muy bien cómo las lámparas se columpiaban y luego se fue la luz. Todos corrimos al estacionamiento. Muchos autos quedaron golpeados, pues chocaban unos con otros, pero al final no importaba. Todos nos abrazamos mucho y llorábamos. Luego de eso la gente esperaba otro terremoto el sábado que nunca llegó”.

Héctor Álvarez, Académico

“Trataré de ponerlo así: fue la peor experiencia que he tenido en mi vida. Después del 19 mi casa quedó inhabitable así que dormimos en el patio de unos vecinos que nos dieron colchas y una tienda de campaña vieja. Yo tenía como 10 años, así que eso era como un juego para mí. Recuerdo ver a mi mamá haciendo comida con mis tíos en un anafre, cuando nos sorprendió el sismo del 20. Era de noche y mi mamá aventó todo para agarrarme. Pedazos de pared comenzaron a caerse a mi alrededor. Y luego mi memoria es confusa: corrimos durante el terremoto -que para mí fue eterno- y vi a la gente llorar, la gente gritaba ‘No se acaba, no se acaba’. Horrible, más horrible que el del 19. Pero después de eso, la gente se hizo más solidaria: en vez de estar en el patio, dormíamos en la sala de gente que ni conocíamos. También recuerdo que le echábamos mucho cloro al agua y sabía horrible. Nos bañábamos con media cubeta, pues las pipas del gobierno no alcanzaban. Mi mamá me mandaba a la calle a ver qué encontraba y -lo juro, lo juro de verdad- siempre había gente repartiendo comida gratis. Hoy me va bien, pero me gustaría encontrarme a esa gente que nos daba hotcakes, arroz y pollo para agradecerle. Fueron los héroes de la ciudad”.

¿Tu familia recuerda la réplica del 20? ¿La vivieron más intensamente que el terremoto del 19? ¡Cuéntanos en los comentarios!

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