Este mes se cumple un año de que los anarquistas reaparecieronen nuestra ciudad. Justo con la toma de protesta de Enrique Peña Nieto como Presidente de México, se manifestaron en el llamado #1Dmx ¿Quiénes son?, ¿qué los motiva?, ¿quién los financia?, ¿por qué quieren poner de cabeza las calles del DF otra vez?

Poca gente lo sabe, pero a las 10:43 de la noche del 25 de noviembre de 2012, la Ciudad de México cambió para siempre. A esa hora, unas 40 personas, veinteañeros principalmente, decidieron que harían cirugía mayor al país y a la capital y que el bisturí sería la “traición” del movimiento estudiantil #YoSoy132. Esa noche fría, el grupo hablaba con enojo: sentía que no había servido entregar sus técnicas de “veteranos” en movimientos sociales a un grupo de jóvenes “burgueses” de escuelas privadas e inexpertos en revoluciones.

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Anarcos

El vaho les salía de la boca cuando gritaban y se culpaban porque en seis días el PRI volvería a la presidencia de la República: se habían replegado de las manifestaciones juveniles con la confianza de que los “niños ricos” de la Ibero, del Tec, de la Anáhuac y demás instituciones podían cerrarle el paso al ex gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto. Y habían fallado. “¡La cagamos, compañero, así no era! ¡Ellos nos tenían que haber seguido, no nosotros a ellos!”, aullaba con desesperación Brian, un joven de 23 años experto en la toma de bachilleratos, en esa reunión al pie del Monumento a la Revolución. Alguien más lo secundó: “¡Y para el 1 de diciembre quieren hacer otra protesta pacífica! ¡Que se vayan a la chingada!”.

Era la enésima reunión a la que convocaban desde julio, luego de que el ala radical del movimiento estudiantil había decidido que después de la elección presidencial debían salir de las sombras y crear la “Acampada Revolución”, un plantón en la Plaza de la República para idear protestas por el triunfo “comprado” de los priistas. Desde julio hacían asambleas diariamente, pero ésta era especial: el tiempo se acababa y todavía no había un acuerdo sobre cómo actuar el día de la inauguración del nuevo sexenio.

Esa noche, el plazo vencía si querían lograr una revuelta exitosa. Sin importarles el patrullaje, hablaban bebiendo café o cerveza, fumando tabaco o marihuana. En la voz se notaba que la emoción les recorría el cuerpo, como si supieran que lo que estaban por hacer cambiaría al Distrito Federal: Omar, marxista de cepa, propuso un cerco humano; Fernando, “trotsko” de 27 y curtido en la lucha magisterial, planteó un levantamiento armado; Andrea, anarquista de 21 años, pidió la creación de un mapa para estallar cientos de bombas en puntos estratégicos de la ciudad.

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Bajo el lema “Si no nos dejan soñar, no los dejaremos dormir”, los 40 jóvenes que representaban distintos grupos lanzaron ideas que no lograban consenso tras cinco horas afuera de sus casas de campaña: una mitad se inclinaba por la desobediencia civil pacífica; la otra, por métodos violentos. Incluso se planteó imitar al altermundista coreano Kung Hae Lee y que alguien se sacrificara en las rejas de la Cámara de Diputados como forma de rechazo al PRI. Pero nadie secundó la idea ni hubo voluntarios.

“A ver, banda, no estamos llegando a nada. Y, la neta, no lo vamos a hacer. El consenso dejémoslo a los 132, entre nosotros hay que privilegiar la diferencia –dijo un joven experimentado en las huelgas de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México–. Tengo una idea y yo creo que en esto sí estaremos de acuerdo.” Todos callaron. En el fondo, sólo se percibió la sirena de un camión de bomberos que circulaba por avenida Insurgentes y el silbido del aire frío que se colaba entre ellos.

“Propongo anotar esto en la minuta de la reunión para ya ponernos a trabajar: ‘Se respetarán todas las formas de lucha’. Y lo que haga otra persona, aunque no estemos de acuerdo, vamos a apoyarlo”. Hubo silencio. Aplausos. Risas. Todo estaba resuelto: así lucharían el 1 de diciembre de 2012, la única fecha relevante del calendario electoral que ya no dominaba el movimiento #YoSoy132.

Lee el reportaje completo en la revista Chilango de diciembre.