En la zona de la Merced, en el número 25 de la calle de Manzanares (esquina con el tercer callejón del mismo nombre) se encuentra una casa abandonada con una gran puerta de madera en la que se ve, como recuerdo de un puesto de refrescos, un pequeño destapador de metal.

Sus paredes tienen carteles pegados que anuncian la lucha libre y junto, un letrero donde solicitan mujeres que hagan comida desde su casa. No hay una placa, no hay nada que indique la historia de ese inmueble. Pero es la única casa habitación, en toda la Ciudad de México, que queda en pie desde el siglo XVI.

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A dos calles de este lugar hay un corredor de negocios con artículos de belleza: pelucas, uñas postizas, collares. A media calle, pequeñas cervecerías y en la esquina, las sexoservidoras esperan a sus clientes. Diableros van y vienen, vendedores aprovechan la sombra que dan sus muros para descansar. A pocos metros, se levanta la Capilla del Señor de la Humildad, muy pequeña, construida por mandato de Hernán Cortés en la que no caben más de 20 personas sentadas. Niños aprovechan la soledad del Tercer Callejón de Manzanares para jugar futbol y usan las paredes de esa casa como portería.

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Justo enfrente, hay un local donde venden juguetes tradicionales yla dueña nos explicó: “Sí, me han dicho que ésta es la casa más antigua de la ciudad. A veces viene gente a tomar algunas fotos pero se van en seguida. Hay un policía entre semana para cuidarla, pero tiene órdenes de no dejar pasar a nadie. Antes era una vecindad, pero ahora ya no vive nadie. Cuando la abren, se ve que hay yerbas y ramas por todos lados”.

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Algunas versiones dicen que ésta no es la casa más antigua de la ciudad, sino que ese honor le pertenece a un inmueble de San Ángel, pero el Fideicomiso del Centro Histórico la avala como tal. Por algunos huecos en las paredes se alcanza a ver parte de la construcción: nos maravillan los vestigios de la casa hecha de tezontle y ladrillo, única sobreviviente de las inundaciones que azotaron durante años a la Ciudad de México. Su construcción tiene un patio central, mezcla de la arquitectura colonial y parte indígena. Algunas de las piedras utilizadas en los muros, deben provenir de las mismas pirámides y viviendas indígenas que los españoles derrumbaron.

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Entramos en una de las cervecerías cercanas buscando a Don Ruperto, un vecino que lleva toda su vida en la zona. Lo encontramos y nos contó que la zona de Manzanares tiene muchas construcciones antiguas (visitamos una en el número 44, convertida en vecindad). Pero que en un plan de recuperación del Centro, el gobierno la expropió: “La gente que vivía ahí tuvo que irse. Había locales de comida y en la entrada vendían quesadillas. La gente del INVI (Instituto Nacional de Vivienda) nos dijo que esta casa es de gran valor histórico pero eso fue hace menos de 10 años. Antes esta era una zona tranquila, pero ahora hay prostitutas y gente mala”. Otros vecinos de la zona nos comentan que los locales comerciales que había en este lugar atraían a mucha gente, pero ahora, nada.

Pese a todo, Manzanares 25 resiste como la casa habitación más vieja, construida pocos años después de que los españoles llegaran a nuestro continente. Sus muros han sentido temblores, inundaciones, incendios y el crecimiento de la zona. Visitarla vale la pena y es un tesoro escondido para los chilangos.

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¿Ya la conocían?