Ubicado en la colonia Guerrero, a espaldas del Teatro Blanquita, el Mercado 2 de abril recibió durante mucho tiempo la visita de gente que iba o venía del teatro y se quedaba a comer en sus famosas fondas, que ahora se llenan de empleados de las muchas oficinas que hay alrededor.

Es cierto que ya no vive su tiempo de mayor esplendor, sin embargo, vale la pena destacar algunos detalles que están escritos en su historia y en la de otros lugares cercanos. Fue el primero que se construyó en la Ciudad de México para la venta al menudeo.

Acaba de cumplir 115 años. «Fue inaugurado el 2 de abril de 1902 como homenaje a los patriotas que tomaron la ciudad de Puebla en 1867» dice una placa en su interior, en la que también se indica que hubo una reinauguración en 1955, cuando era regente capitalino Ernesto P. Uruchurtu, y otra en 1987 con el entonces delegado en Cuauhtémoc, Enrique Jackson.

A simple vista parece un mercado más, sin embargo, resalta una parte del techo que es muy alta, a cuyos lados corren grandes ventanales de acero y vidrio que se sostienen en una estructura sólida que se ve en el interior del mercado. «Es una estructura francesa de acero, como la del Museo del Chopo y la de la Torre Eiffel», asegura el señor José Javier de la Mora Fierro, quien es dueño del salón cantina La Herradura, ubicada a un costado del mercado.

Don Javier ha conservado buena parte de la historia del lugar, investigando y cuidando detalles transmitidos por tradición oral y fotografías que hacen posible conocer cómo era hace muchos años. Él platica que el mercado se instaló en una edificación que originalmente sería un taller para dar mantenimiento a los tranvías, por eso el elevado techo donde cabrían esos vehículos y sus ‘tirantes’.

«Sin embargo, cambió su giro a mercado debido a que quisieron hacer un reconocimiento al general Porfirio Díaz, quien también había participado en la batalla del 5 de mayo de 1862 y ganó la batalla de Carboneras tomando la ciudad de Puebla», explica.

Don Javier llegó hace 50 años al barrio y fue atrapado por su atractivo. De ahí su interés en la historia. La Herradura, cuenta, abrió sus puertas hace 74 años, desde hace 21 él ha estado al frente. Como vecino y cliente de la cantina le tocó ver ahí a “la artisteada” del Teatro Blanquita.

«Los personajes que actuaban en el teatro venían a la cantina porque tenía módulos de varios asientos y en ellos había teléfonos, así es que se sentaban y mientras tomaban algo hablaban cómodamente por teléfono. Aquí vi a Bienvenido Granda; Juan Bustos, el cantante de la Sonora Santanera; el Ojón Jaso; el Piporro y Cornelio Reyna», recuerda.

Actualmente, la cantina mantiene su apariencia añeja, un encanto que se suma a la deliciosa botana, igual que la atención de su propietario quien, de manera honesta invita a que la visites en las tardes, «porque el rumbo es seguro de día, pero no garantizo que entrada la noche lo sea».

Juan Peralta Rosas, quien vende frutas y legumbres, dice que está por cumplir 77 años y ha pasado prácticamente toda su vida en el Mercado 2 de abril. «Era una colonia muy buena, había mucho movimiento, pero a partir del 85 el rumbo se vino abajo. Antes la gente que salía del Teatro Blanquita iba a la cantina La Herradura a tomarse su refresquito».

También recuerda otros imperdibles: el Salón México y la pulquería La gallina de los huevos de oro. «Había buenos restaurantes, buenos hoteles, muchachas bonitas, pero eso se acabó», afirma Don Juan, aunque reconoce que el mercado aún tiene movimiento y que con su negocio le ha ido bien. «Para todo ha salido de aquí del puesto, vamos para la cuarta generación con mi hijo Héctor que ya trabaja aquí”, explica.

María Isabel Robledo Herrera, propietaria de la fonda número 16 del mercado, asegura que siempre ha estado en el mercado. «Tengo 66 años y nací aquí, mi mamá llegó a los 20 años y murió de 92. Al principio ella vendía pan, tamales y atole, cuando estaban los puestos de madera. Cuando se modificó el mercado y quedó como está actualmente ella vendió pancita y después comida».

Artistas del teatro como Margo Su o Ricardo Luna, la directora del ballet folklórico, Amalia Hernández, y sus hijas Norma y Viviana, así como todo el ballet, o Javier Solís recorrían el mercado, recuerda. «Ahora nuestros clientes son quienes trabajan en las oficinas, la mayoría vienen del SAT y de la procuraduría», explica.

Es el caso de Sara Ruiz y Jacqueline Valdés, quienes trabajan en el SAT y dicen que “Es como comer en casa, se come muy rico, es muy limpio y fresco, además de que ayuda a la economía. El servicio de “Doña Chabe” es inmejorable”.

El mercado se encuentra muy cerca de otros lugares emblemáticos de esta ciudad, como el Museo Franz Meyer, la iglesia de Santa Veracruz y la Alameda Central. Además tuvo a unos pasos el inmortal Salón México, que fuera lugar obligado para quienes les latía bailar, especialmente el danzón.