Gustavo Sánchez embrujó a México en los Juegos Paralímpicos de Londres. El 5 de septiembre a su papá le preocupaban los brazos –unos troncos fuertes y llenos de poder– de su adversario en los 100 metros libres, elespañol Richard Oribe. Pero Gus, como le llaman sus más allegados, se aventó un cubo de agua en la cabeza antesde lanzarse a la piscina; después, todo fue muy rápido.

Con sólo un brazo completo, sin una pierna, menos de la mitad de la otra y un antebrazo, Gustavo Sánchez venció al español de los brazos de Popeye.Luego regresó de Londres con cuatro medallas olímpicas (dos de oro, una de plata y una de bronce). Era el máximo ganador de la delegación mexicana.

Su triunfo, con todo lo significativo, no fue sino un peldaño más en una vida llena de desafíos desde que Gustavo nació con una malformación congénita hace 16 años. Cuando era niño y apenas podía mantenerse en pie, sus papás y sus hermanas lo ayudaban en lo indispensable. No lo asistían, por ejemplo, si quería encender la luz. Si deseaba algo, le enseñaron, debía aprender a vencer todos los obstáculos que tuviese enfrente.

Su vida en el agua inició a los tres años, cuando lo sumergieron en la piscina como parte de una terapia para desarrollar su cuerpo. Un entrenador descubrió su potencial y en casa todos pusieron algo importante para que Gustavo fuera nadador: su papá renunció a su trabajo, su mamá asumió la capitanía de la casa, sus dos hermanas nunca dejaron de creer en él.

En el verano, toda la familia viajó a Londres para acompañarlo en los Juegos Paralímpicos. Gustavo iba con la confianza que significaba haber entrenado todos los días, a las cinco de la mañana, en la alberca olímpica de la UNAM.

Regresó a México con las cuatro medallas, convertido en una celebridad: todos los medios lo buscaban para entrevistarlo. Encaró la fama sin aspavientos y con sencillez.«Soy un muchacho como cualquiera -dijo Gus con sus medallaspegadas al pecho-. Soy alegre y, sobre todo, buena onda.»