Tal vez cambie tu opinión cuando conozcas a Oscar Soto García y la impecabilidad con que realiza su trabajo a pesar de las adversidades que enfrenta a sus casi 70 años.

Oscar es delgado, pero se ve fuerte para su edad y, aunque no puede cargar cosas pesadas, aguanta la mochila donde lleva los volantes publicitarios de la escuela para la que trabaja, los cuales reparte día a día con la intención de que el mayor numero posible llegue a manos de la gente.

Su mirada cálida confirma que es una persona confiable y disciplinada, lo que se nota en su trayectoria, ya que aunque apenas tiene año y medio en ese oficio ha mejorado su situación al recibir en ese periodo aumentos salariales que llegan a más del 100 por ciento, cosa que muy pocos pueden decir.

Trabajó en una empresa durante muchos años pero fue despedido a raíz de que tuvo un problema en la columna vertebral. “Ni siquiera quisieron incapacitarme para poder seguir contando con servicio médico donde me dieran las terapias que necesito. Al final, ya sabe, los abogados se pusieron de su parte por lo que no recibí ni un peso de liquidación y tuve que buscar cómo ganarme la vida”, subraya.

Por la operación que tiene en la columna, donde cuenta con varias placas de titanio, no tiene oportunidad de trabajar en otra cosa, ya que en la mayoría de empleos a los que podría aspirar requieren que cargue cosas pesadas. Así que un día se decidió y empezó a repartir volantes para una escuela.

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Aunque la suya parece una chamba fácil, tiene varios puntos en contra y debe rifarse haciendo alarde de paciencia y constancia. El primer enemigo de su labor es la gente, que siente como una agresión su trabajo, por lo que no le acepta el volante que le ofrece y hasta lo enfrenta. “Nos gritan y dicen que los papeles que repartimos van a terminar en el suelo, contaminando el ambiente”, expresa.

Mientras platicamos con él vimos que mucha gente lo rechaza, sin embargo, tranquilamente Oscar afirma que “hay de todo, unos que nos rechazan y otros que hasta nos piden los volantes, de veras, yo por eso no desespero”, asegura.

Otra de sus adversarios son los policías, quienes a veces le impiden trabajar alegando que está prohibido, “hasta me han llevado detenido a Pino Suárez y solamente me hacen perder el tiempo porque la muchacha que está ahí les dice que ya les ha explicado que no lleven a gente mayor”.

Pero también el clima juega en su contra, ya que tiene que caminar por las calles a pesar de que sea mucho el calor, o de que llueva. Sin embargo, Oscar enfrenta estas adversidades porque está acostumbrado a ser independiente.

“Tengo hijas, nietos y sobrinos que podrían ayudarme, pero no me gusta depender de nadie, estoy acostumbrado a valerme por mí mismo y eso voy a hacer mientras el cuerpo aguante”.

Como persona mayor, procura que su trabajo cumpla los objetivos. A diferencia de muchos chavos que tiran los volantes o reparten varios a una misma persona, él lo hace de la mejor manera posible.

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volantero 1 (Claudio Gardea)

Oscar confiesa que “Aunque trabajar en esto no sea mi mayor gusto, es mucho mejor que otros empleos. Por eso en las cuatro horas que trabajo al día (de nueve de la mañana a una de la tarde) pongo todo de mi parte para que salga bien.

“Sé que si entrego más volantes más gente irá a la escuela y entre más gente vaya habrá más inscripciones, lo que beneficiará a todos. Estoy seguro de que así seguiré teniendo trabajo”, dice convencido.

Este solitario repartidor de volantes estuvo casado hace tiempo y ahora que está divorciado se niega a compartir su techo con alguien, a no ser con su compañera la “Chiquitina”, su perrita.

Su mayor diversión es muy sencilla y saludable: “Me gusta el bailongo. Voy al Salón Los Ángeles, a la Ciudadela y allá por la avenida Central, a donde haya chance de bailar, sobre todo el danzón, que es lo que más me gusta ” concluye sonriendo.

Ahora que ya sabes lo que hace Oscar, y cómo lo hace, si te lo encuentras en la calle y te da un volante, seguramente se lo recibirás.

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