Sí­, a los chilangos nos gusta el box, pero eso no significa que estemos dispuestos a pagar las mismas cuotas que se pagan en Las Vegas por verlo, y menos si se trata de una pelea entre un chavito con buenas hechuras, el “Canelo”, contra un rival muy a modo, Kermit Cintrón. Porque no, a los chilangos no se les engaña fácilmente: con todo respeto, señores promotores, en esta ciudad tenemos cientos de eventos de categoría mundial al año y para llenar la Plaza de Toros se necesita, precisamente, un evento de clase mundial. Y suponemos que la lección les quedó clara ya. Ah, porque además hay otro asunto que al parecer acaban de descubrir: la influencia de la televisión ya no es la misma del pasado, y aunque pusieran un anuncio de la pelea del “Canelo” en cada programa de Televisa, la única forma de atraer público es con un buen espectáculo. Y eso nunca estuvo garantizado.

La plaza de Toros lució desangelada sobre todo por dos razones. La primera, la lógica, es que fue poca gente en comparación con su capacidad; la segunda es que fue muy poca de la gente que realmente es asidua al box. Y, nuevamente, los precios fueron los principales culpables. Además, ¿a quién se le ocurrió poner entre los invitados “celebres” a Juanito y al ex Gobernador de Oaxaca, José Murat? Les aseguramos que muy poca gente, de verdad muy poca, querría aparecer en la foto con ellos: el box es un deporte popular, no populachero.

Y esa estrategia de bajar a la gente para que la transmisión no se viera tan vacía fue buena, pero sienta un mal precedente para peleas posteriores del pelirrojo en el DF: la primera es que la gente esperará a que le pongan los precios a la mitad antes de comprar, y la segunda es que esperarán el “upgrade” en la función. Ni modo.

De la pelea poco podemos decir. Un rival que, a pesar de lucir poco preparado, logró conectar preocupantemente un par de veces al joven mexicano. Y un “Canelo” que sólo necesitó pisar el acelerador para tumbarlo con facilidad. Por último, una recomendación para la gente que dirige al tapatío: urge que le programen a un boxeador que lo ponga a prueba de verdad y es crucial que lo alejen de las cámaras de televisión, antes de que se revierta la popularidad y comiencen los abucheos.