La Ciudad de México es una de las más hermosas del mundo: sus tradiciones, su arquitectura, la historia que encierra cada uno de sus rincones. Cosas de las que deberíamos presumir.

Pero no: a todos nos importa poco que tengamos más ciclovías que ninguna otra ciudad del país o que le echen su arregladita a la Alameda; lo que verdaderamente nos da orgullo a los chilangos son esas pequeñas cosas que hacemos, como sobrevivir al metro en hora pico o llegar a la oficina con el almuerzo intacto.

Hicimos una lista de las frases que todos hemos soltado alguna vez (no lo niegues) y que demuestran nuestra fortaleza frente a las adversidades ¿Has aplicado alguna otra?

‘¡Los chilangos comemos lo que sea!’

Tacos de carnitas afuera del metro, quesadillas del puesto, tacos de guisado. Pollo enchilado, cochinita pibil grasosa, tortas de tamal frito para taponear las arterias. (que te pasas con un atole de masa). Y del lado gourmet, nuestro paladar es tan exquisito que disfruta cortes argentinos, tepanyaki, falafeles, panela. Los chilangos tenemos un espectro tan amplio en nuestra gastronomía local que cada vez que viene alguien de fuera presumimos “¿Qué no has probado los tacos de cochinada? ¡no has vivido!”

‘No dormí nada y mírame, fresquecito’

No sé por qué una prueba del valor chilango es trabajar como autómatas, como el Robocop de la oficina. No hay mejor aliciente para el ego que ser el que menos duerme o mejor aún, el que se la pasó la noche anterior trabajando y llegó puntual a la oficina (aunque a las 11 ya estés babeando el teclado).

Plus: Si llegas a la oficina después de una noche de borrachera, sacando whisky por los poros y aún así te presentas puntual a la junta de las 10. Fail: si te quedaste despierto tratando de matar un mosquito.

‘No sé ni cómo llegué a mi casa’

Después de una noche de alcohol y perdición en la Condesa, uno se despierta en su casa abrazando la almohada. Se siente el orgullo de decir “Ah caray, tomé como José José y no sé ni cómo le hice para llegar a mi casa”. Te lo vamos a decir: a) un amigo te sacó cargando del bar, b) te aventaron en un taxi c) caminaste tres horas como peregrino d) Siempre estuviste en tu casa.

‘¡Échale más chile!’

Genéticamente, los chilangos tenemos lengua de vaca y estómago de hierro. Eso nos levanta, frente al resto del país, como los tragones de chile más valientes de la comarca (sin albur, jóvenes). Es obligación ir al puesto de quesadillas y preguntarle a la señora “A ver ¿cuál es su salsa que pica más?” y echarle como si no hubiera un mañana. Si no comes chile, no eres chilango. Si tienes que pedir un refresco sabor rojo, no eres chilango. Si después de comer soplas pa’ dentro, no eres chilango.

‘Soy bien cafre’

Esto hasta es un chiste: nadie puede ser cafre a la hora pico cuando todos avanzan a vuelta de rueda. Pero apenas vemos que se despeja un poco la avenida le metemos pata al acelerador para ser los primeros en llegar al siguiente semáforo. No se engañen: ni en el segundo piso del periférico se puede ser cafre porque te multan si vas a más de 80. No mientan por convivir.

‘Llegué cojeando, pero llegué’

Esto es el DF: uno no puede poner pretextos para faltar al trabajo. Te sientes como veterano de guerra si te apachurraron el pie en el Metro, se te cayó la plancha en la cabeza, te quemaste con aceite o si tuviste que subirte al camión RTP porque el Metro se descompuso. Llegar al trabajo y contar tu odisea frente a las damitas de la oficina es cosa de orgullo. Pero estamos seguros que ninguna de ellas piensa “¡qué hombre!”. Así que deja de contar tus aventuras como si fueras Indiana Jones.

‘El otro día manejé como siete horas’

Cual si se tratara de un triatlonista, la prueba máxima de resistencia de un conductor se define por el tiempo que puede estar en un embotellamiento. Si te agarra una marcha o si están arreglando la avenida, tendrás que callejear durante horas con actitud positiva. Aunque lo peor del mundo es salir de puente y regresar justo cuando miles de chilangos tienen la misma idea que tú: horas haciendo fila en la carretera para cruzar la caseta.

Plus: manejar con hambre y buscar lo que se haya quedado olvidado en tu auto. Doble plus: manejar cuando la naturaleza te llama ¿habrá baño en la caseta?